jueves, 14 de abril de 2022

Entradas en azul. Mario Brassard. A qui appartiennent les nuages? (il. Gérard Dubois).

 

Título: À qui appartiennent les nuages?

Autor: Mario Brassard.

Ilustrador: Gérard Dubois

Editorial: La Pastèque

Año: 2021

Páginas: 96

Dimensiones: 17,8 x 24,1 cm. Tapa dura

Idioma: francés

 


Reseña

La obra À qui appartiennent les nuages? de Mario Brassard fue la ganadora en la categoría de ficción en la última edición de la Feria de Bolonia. Un galardón que inevitablemente despierta la curiosidad entre el público interesado en este tipo de obras literarias. Definida desde la editorial como un álbum, la categorización en este caso resulta algo ambigua como para encerrarla dentro de un tipo de narrativa gráfica. Supongo que son cosas del circuito en el que circulan estas obras y el prisma investigador con el que se aproximen. Sandra Beckett cristalizó a la perfección bajo el término “crossover picturebooks” un concepto para dejar que la libertad artística de estas narrativas posmodernas siguiera empleando recursos de otras disciplinas gráficas, pictóricas y medios. Un término amplio para definir aquello que rompe convenciones de género y que define su espíritu más que el soporte. Ya sabéis aquello de los atípicos en la campana de Gauss o la distribución normal: en general la mayoría de los valores (digamos, álbum) se distribuyen en torno a una tendencia central, pero existen en menor proporción atípicos. Algunos de estos pasarán en algún momento por aquí.



Al texto del canadiense Mario Brassard sirve para reflejar una narración psicológica de las memorias de Mila y sus recuerdos a partir del encuentro con una fotografía de cuando tenía 9 años. Con sutileza crea una metalepsis entre dos momentos diferenciados en el tiempo: el presente y el pasado de sus recuerdos. Esos fantasmas que nos acechan y reconstruimos como un molde de arcilla como espectros y que el autor plasma perfectamente en los recuerdos de Mila entre la realidad y el sueño suspendido en otro tiempo y espacio. De manera sutil, la portadilla nos ofrece la fotografía de la infancia de Mila y nos adentra en una narración en la que el texto nos irá revelando las voces del relato y nos ubicará en aquel instante cristalizado en una imagen. Las ilustraciones de Gérard Dubois estilizadas nos evocan al pasado desde la paleta de color escogida donde los grises tendrán protagonismo y la incorporación del color (rojo y azul) nos reflejará la tensión y calma del relato. El inicio y la resolución del relato tienen una conexión en la ventana de la habitación y el gato de Mila que aparecerá para expresar ese paso de tiempo.



La perfecta combinación del texto encuentra en la ilustración una mirada cinematográfica en la fragmentación de la imagen y las diferentes estrategias de focalización o las atmósferas de cada espacio. En ocasiones, la fragmentación se materializa con viñetas diferenciadas y otras las imágenes muestran una secuencia de movimientos en el espacio de la doble página. La libertad del soporte, ya saben. Mila intenta recordar aquel momento capturado por su padre en la puerta de su casa (la ilustración nos invita a adentrarnos a través de la ampliación del plano hasta llegar a ser parte del objetivo de la cámara que retrata a Mila). Con sutileza su voz nos lleva a ese momento y sus circunstancias como preámbulo que marque el tono melancólico y personal ante la marcha de su hogar.


Los motivos de la marcha se van revelando entre recuerdos de desazón y preocupación que reflejan un clima pre bélico. En ese viaje, dentro de los recuerdos de Mila, traza una línea entre la ensoñación y la realidad. Un sueño, además compartido y que aterra al resto. Una duermevela inquietante que se expresa a la perfección en las metáforas visuales empleadas por Gérard Dubois. De la oscuridad e indefinición de las siluetas, hasta la ampliación del foco para ver las caras abatidas del éxodo de la gente. Estamos acostumbrados a relacionarnos con la memoria a través de cifras y perdemos constantemente la perspectiva de la interrupción de las vidas, tal y como María José Ferrada explicaba cuando hablaba de Mexique: el nombre del barco. Un ejercicio que mantuvo en el poemario Niños y que resulta desgarrador. Así, la focalización y fragmentación permite una mayor sensación de dinamismo dentro de la contemplación de las dobles páginas que espolean al lector. En el sueño que comparten hay confusión con la realidad y se producen situaciones llenas de lirismo, con la tensión entre la libertad y la opresión militar. Esta se refleja en el papel de su tío con su nariz roja de payaso que nos lleva inevitablemente a Charles Chaplin en el que el arte intenta mostrarse como la última frontera: la libertad del arte como puerta de escape frente al odio, como último bastión del alma. El humo, las pisadas, el cuervo negro, trincheras, rifles, chimeneas, la rabia, el miedo, la tensión y el desconcierto. Todo perfectamente secuenciado para mostrar de manera poética y claustrofóbica la desesperación.



Humaredas que se confunden con las nubes, humaredas que reflejan un bombardeo y la incertidumbre de qué habrá pasado con los que vivían allí. La progresión de una humareda que se acerca lentamente y en el que Mila se pregunta a quién pertenecen las nubes, quién es su dueño y nos cuenta cómo las reparte: las blancas, son las que nos pertenecen y las otras (las grisáceas) a los demás. Aunque, por desgracia, cada vez quedan menos blancas. Pesadillas que se materializan, la dureza de la marcha y el éxodo representado en la difuminación de un grupo de siluetas en desplazamiento con un momento en el que Mila nos interpela en sus recuerdos. Nos cuenta que prefiere evitarnos el recuerdo del dolor físico en el cuerpo: ampollas en los pies, hambre, sed y la fatiga de un horizonte interminable. Es suficiente con experimentar aquel dolor como para revivirlo una vez más.


Para cerrar ese momento temporal y volver al presente, reconocemos su presente y algunas de sus momentos en los que ese recuerdo sigue apareciendo inconscientemente en su vida (haciendo cola en un mostrador) y en el que se recuperan elementos simbólicos del pasado. La nariz roja ahora será la pelota con la que juegan los niños en el parque. Reflexiones sobre su pasado en el presente y un cierre que evocará al futuro a partir del paso de las nubes. À qui appartiennent les nuages? es una obra cautivadora en todos sus elementos, donde el encuentro entre un texto profundamente poético encuentra un acompañamiento perfecto en el diseño (ilustración, secuencia, composición visual) de Gérard Dubois. Méritos de sobra para que se alzase con el galardón en la Feria de Bolonia este año. Una obra que sorprenderá y atrapará a toda aquella persona que se acerque a ella y que no podemos más que recomendar. Una obra en el que las narrativas gráficas siguen difuminando fronteras y desafiando convenciones que están hechas para que se las lleve el viento. Wild is the wind.

Por desgracia, en las noticias seguimos viendo imágenes que nos recuerdan a este éxodo y la brutalidad del poder. Parece que los años 20 de este siglo no tienen nubes blancas. 

Volveremos con pájaros.

 

Fran Martínez

[redes sociales]


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