jueves, 18 de noviembre de 2021

Entradas en azul. Michael Rose y Quentin Blake. El libro triste. Serres

 

Título: El libro triste

Autor: Michael Rosen

Ilustrador: Quentin Blake

Traducción: Esther Rubio

Editorial: Serres

Año: 2004

Páginas: 36

Encuadernación y formato: 21,5 x 29,8 cm. Tapa dura.

Idioma: castellano

Reseña:

Hace una década Colomer (2010, p. 150) señalaba este El libro triste de Michael Rosen y Quentin Blake (junto a El árbol rojo de Shaun Tan o El último refugio de Innocenti) como un ejemplo en la ruptura de tabúes temáticos en las tendencias de la literatura infantil (en aquel entonces) al abordar temáticas que, en etapas anteriores, habían tenido menos presencia en el universo infantil. En parte por la tendencia que señalaba sobre la evolución sociocultural y la individualización en la que la conciencia social tendría cabida en la literatura para ofrecer espacios en los que acompañar aspectos y ofrecer una “educación sentimental”. Se ha tratado en diferentes entradas cuestiones relacionadas sobre literatura y duelo, en el que, si echamos la mirada atrás, seguramente el panorama sobre el tratamiento de la muerte en la literatura infantil también ha tenido su crecimiento y, en muchos casos, también se ha optado por una excesiva instrumentalización: el libro ayuda en la mediación, pero no es un fin en sí mismo. Y el objetivo, sin duda, es ofrecer obras que armen y sean de calidad.

A partir de la consideración del lector infantil como un lector activo en la decodificación de su realidad sociocultural se introducen aspectos que, en definitiva, definen la complejidad de situaciones a la que se enfrentan en la vida. Estos contenidos, obviamente se enfrentan a un público dual: el adulto y el infantil compartiendo el placer de la lectura. Un proceso en el que ambos tienen capacidades diferentes en la comprensión de temáticas complejas como la tristeza, la migración o, en este caso, cuestiones existenciales como la muerte.

No obstante, la muerte se ha considerado un tabú temático y, como señala Hanán-Díaz (2020, p. 20): “El calificativo de tabú para referirse a un conjunto de temas que podían herir la sensibilidad infantil se extendió durante los años noventa, especialmente asociado a la muerte”. Una pretensión adulta en la educación y crianza que opta por lo “políticamente correcto” y genera lo que Cañamares y Cerrillo (2016) definían como censuras soterradas: “una censura que se intenta justificar en la utilidad de lo políticamente correcto, la doble moral o la salvaguarda de aquello que se estima oportuno o saludable” (p.123). En este sentido, el libro-álbum se ha consolidado como un formato que excede la consideración de edades y el reflejo de temáticas complejas y, de nuevo, Beckett (2012, p. 249) señalaba a la muerte como el último tabú en este formato pese a que la muerte es, sencillamente, el reflejo de la condición humana.

Si no invisibilizamos la vida, y en la vida hay presencias y ausencias, no se puede dejar de lado a la muerte en el currículum como afirman Rodríguez-Herrero et al. (2012) en el que estos “todavía no incluyen en sus contenidos la muerte y la finitud como condiciones radicales del ser humano y, lo que repercute mayormente en el proceso formativo, como elementos imprescindibles para la mejora personal y social” (p.177). Orientaciones que también precisarán de la creación de una red de seguridad en la que afrontar estas temáticas, propiciar el diálogo y evitar respuestas simplistas en las diferentes edades que generen una mayor confusión o angustia al lector infantil.

Ahora, dentro de este panorama de obras de la literatura infantil que se han convertido en un ejemplo de ruptura de tabúes temáticos encontramos El libro triste, un libro que ha inspirado investigaciones sobre cómo responder a los sentimientos de pérdida en el que Magnet (2018, p.82) apuntaba: “In naming our grief, in following Rosen, we offer a pedagogy of practice: We ask for practice in the ultimately true work of being alive and dying at the same time”. También como una opción política, que conecta con la necesidad de la ruptura de excluir al lector infantil del mundo. Y, en este álbum, la temática es cómo afronta un padre la vida después de la muerte de su hijo. 

En una entrevista a Michael Rosen (Saguisag, 2007) se incluían aspectos de la acción política del autor: se presentó en las elecciones municipales por una ramificación del partido socialista, articulista de opinión y su posición atea, además de su presencia en diferentes medios de comunicación. Un fragmento que me parece interesante sobre una pregunta relativa a la visión de la infancia del autor: “I mean, it’s possible to say it when you are celebrating your childhood or seeing kids having a good time. And it’s true, being around kids is very good fun. But it’s crazy to have an idealized view of them. We somehow have this notion of children as being Edenic, that they are innocent and free of the horrible things that adults have in them or have to do. The more I’ve written for kids, the more I’ve had to do with kids, I’m reminded that childhood isn’t like that” (Saguisag et al., 2007, p.15).


En la misma entrevista alababa el trabajo de Quentin Blake por el dinamismo de sus imágenes en un medio de dos dimensiones y la expresividad de sus personajes (el aspecto mímico). Buena cuenta damos al encontrarnos con la primera ilustración: la cara sonriente del protagonista y el texto que señala la impostura por siempre mostrarse bien ante los demás. El reflejo de lo negativo causa rechazo. Pase lo que pase por dentro, no exteriorices tu debilidad. Tienes que gustar. Un mensaje poderoso. La manera con la que se describe el motivo de su tristeza es, igualmente, impactante (acompañado por unas ilustraciones sombrías y desdibujadas en la cara del protagonista): “Lo que más triste me pone es cuando pienso en mi hijo Eddie. Murió. Yo le quería muchísimo, y sin embargo murió”. En pocas palabras concentra aspectos como nuestra imposibilidad para controlar todo aquello que nos rodea. Nuestra finitud.

Mientras los recuerdos de Eddie aparecen en diferentes viñetas, describe las fases del duelo que ha enfrentado: se enoja ante una pregunta sin respuesta (¿por qué a mí?) y, más importante, la búsqueda de un asidero en el que centrar su negación (¿cómo pudo hacerme eso a mí?). A medida que se suceden las viñetas a modo de instantáneas de su crecimiento, una última viñeta: un marco vacío. No hay nadie. Ahí se detuvo la cronología. La necesidad por encontrar el consuelo en otros, ser escuchado por un ser querido (su madre también falleció) o, en su defecto: “Y se lo cuento al primero que encuentro”. La ira, la depresión y asumir toda esa carga en solitario. Incluso, conductas incorrectas en sus términos (aquí, mirando la imagen, se abre la interpretación sobre a qué se refiere). A medida que avanza la narración, también lo hace el proceso de duelo con la aceptación de la inevitable y la nostalgia por todo lo que acarrea el paso del tiempo.



En ese proceso, también hay espacio para liberar la tensión de la situación con las estrategias que tiene para que la tristeza no sea lo único que ocupe su tiempo, como escribir y canalizar esos sentimientos que, como apunta: “Cualquiera puede estar triste. La tristeza viene y te encuentra”. Pero, también hay asideros en la parte final en la que también hay aceptación y celebración de los recuerdos compartidos. Una luz, una guía en un lugar en el que estamos perdidos y sobrevivimos según nuestras circunstancias lo mejor que podemos. Un libro hermoso. Un clásico imprescindible.


Finalmente, una entrevista en la que Quentin Blake habla de las impresiones cuando recibió el texto de Michael Rosen, al que conocía, y cómo enfrentarse a la ilustración de un hecho biográfico. Además, la transcripción se encuentra en la descripción del vídeo:

Quentin Blake. Writing about the death of Michael Rosen's son 



 

 

Fran Martínez

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Referencias

Arnal Gil, J. I. (2012). El tratamiento de la muerte en el álbum ilustrado infantil. Obras publicadas en castellano (1980-2008). Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua.

Beckett, S. L. (2012). Picturebooks with cross-generational themes. En S. L. Beckett, Crossover Picturebooks: a genre for all-ages (pp. 209-272). Routledge.

Cañamares, C. y Cerrillo, P. C. (2016). Las censuras “soterradas”. En M. V. Sotomayor y P. C. Cerrillo (Eds.), Censuras y literatura infantil y juvenil en el siglo XX: (en España y 7 países latinoamericanos) (pp. 123-136). Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Colomer, T. (2010). Introducción a la literatura infantil y juvenil actual (2ª. Ed.). Síntesis.

Hanán Díaz, F. (2020). Sombras, censuras y tabús en los libros infantiles. Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Magnet, S. (2018). Michael Rosen’ s Sad Book and How to Cope with Grief for Kids and Grown-Ups. Bookbird: A Journal of International Children’s Literature, 56(4), 80–83. https://doi.org/10.1353/bkb.2018.0070

Rodríguez Herrero, P., Herrán Gascón, A. de la, y Cortina Selva, M. (2012). Antecedentes de la Pedagogía de la muerte en España. Enseñanza & Teaching, 30(2), 175–195.

Saguisag, L., Rosen, M., & Zephaniah, B. (2007). Performance , Politics , and Poetry for Children : Interviews with Michael Rosen and Benjamin Zephaniah Performance , Politics , and Poetry for Children : Interviews with Michael Rosen and Benjamin Zephaniah. Children’s Literature Association Quarterly, 32(1), 3–28. https://doi.org/10.1353/chq.2007.0019

 

 Como no, el remate de la entrada no podía ser otro que una canción de Skeleton Tree de Nick Cave & The Bad Seeds. Un disco con conexiones evidentes por la situación de ambos autores.



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