Título: Los misterios del señor Burdick
Autor
e ilustrador:
Chris van Allsburg
Traducción: Odette Smith
Editorial: Fondo de Cultura Económica
Colección: Los especiales de A la orilla del
viento
Año: 1996. Original: 1984
Páginas: 36
Encuadernación
y formato:
27 x 23 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano
Reseña:
Durante este año en el motor de un blog uno de los autores
que han tenido diferentes entradas ha sido el norteamericano Chris van Allsburg
(1949) con álbumes como El
jardín de Abdul-Gasazi, Mal
día en Río Seco, El
naufragio del Zefiro y The
Stranger. Una selección de títulos bastante peculiar por mi parte que ha
evitado adentrarse en clásicos como los premiados con la Medalla Caldecott: Jumanji
y El expreso polar (que además de su maravillosa propuesta literaria
fueron trasladados al mundo cinematográfico, al igual que Zathura). Y,
no menos imponentes, quedan títulos como La escoba de la viuda o El
higo más dulce, también traducidos al castellano, o los oníricos Just a
dream o Ben’s dream (y ese viaje alrededor del mundo a través de
diferentes monumentos arquitectónicos). Una obra extensa y envuelta en el
surrealismo de unos textos magníficamente ilustrados. Entre todos esos títulos,
Los misterios del señor Burdick es sin duda mi favorito (y, como comprenderán,
las razones son meramente subjetivas).
Un álbum que nos convierte en detectives (me recuerda a El
coleccionista de momentos de Quint Buchholz cuando encuentra su
protagonista las pinturas) ante un hecho insólito y cotidiano que se remonta
hace tres décadas con la visita al editor Peter Wenders del señor Burdick, un autor
e ilustrador de literatura infantil que le presentaba su porfolio para conocer las
impresiones del editor. Catorce ilustraciones con un breve título y la
fascinación de un editor por su trabajo que les emplazó a la mañana siguiente.
Un encuentro que nunca se produjo y una búsqueda infructuosa del autor que dejó
a esas catorce ilustraciones envueltas de misterio. El narrador de la historia,
sorprendido por la historia, decide mostrarnos esas ilustraciones por primera
vez para que conozcamos ese extraño suceso.
Aquí, entramos en otro análisis y reflexión sobre la
importancia de la relación de las personas encargadas de la edición y,
especialmente, el autor/a del texto y el ilustrador/a. Muchas veces piensas
como lector en esa relación simbiótica en la que se entrega un texto y, en
algunos casos, el editor se encarga de darle un ilustrador que los acompañe. Obviamente,
hay más casos de manera en que ilustrador y autor convergen en un proyecto,
pero me centraré en esta ejemplificación. Un texto, propio del álbum, que es breve
y que deja que la ilustración complete el tono de la obra con diferentes
detalles que construyan la narrativa. Opiniones de los editores para que el soporte
emplee todos sus recursos materiales (pliegues, guardas o detalles que puedan
favorecer lo que se cuenta). También en el supuesto que las editoriales primen
el valor artístico frente a otras consideraciones. En definitiva, un álbum
tendrá un poder más sugestivo si no resulta redundante en esa relación entre
texto/imagen/objeto. Si se complementan, transforman o divergen en esas
relaciones para generar espacios en el lector para que se convierta en un
espectador activo a la caza de significados, que merezca una mirada detenida a
sus detalles, que cada vez que lo lea encuentre un significado nuevo. Un
detalle inadvertido que lo cambia todo, que le añade significado, una nueva
interpretación. No es una tarea sencilla crear un buen álbum, para los
protagonistas de su creación y más, con lectores exigentes. Sí, eso se da por
descontado: la infancia es una audiencia muy exigente y no todo vale.
En este álbum, ese espacio interpretativo es amplio y, con
un poder sugestivo que nos corrobora las impresiones del editor inicial y del
nuevo que se han topado con esas imágenes. Los títulos de los cuentos y las
acotaciones de cada ilustración nos ofrecen una tarea incompleta: imaginar qué
contaría esa historia a partir de una sola imagen y una pista textual. Esa
tarea de elicitación narrativa se completó años después por catorce autores en Las
crónicas del señor Burdick (como Stephen King o John Scieszka y, siguiendo con la conexión con Quint Buchholz recordamos su El libro de los libros), pero que también
nos hace presagiar que cualquier lector puede adentrarse en la creación de una
historia propia según cada imagen. De esas catorce ilustraciones, una de mis
favoritas es Un extraño día en julio a la que sigue el texto: “Lanzó con
todas sus fuerzas, pero la tercera piedra rebotó de regreso”.
Siempre que he visto esa imagen de la orilla del río con un
niño y una niña me acuerdo de las piedras en el estanque de Rodari en su
Gramática de la fantasía: una piedra tirada a un estanque (una palabra) puede
generar obras expansivas y convertirse en una obra literaria completa. En este
caso, la extrañeza de que la piedra rebote me gusta como símil con el que
entiendo el concepto de intertexto lector (esas derivaciones terminológicas
desde Batkhin, Kristeva, Genette y, como no, Antonio Mendoza Fillola): cuando
nos encontramos ante una referencia (no llamaría simplemente hipertexto a un
fragmento textual, en el álbum sería un aspecto multimodal (interpictórico,
intermedial,…Inter de Milán) que alude a
un hipotexto (de nuevo ampliado a hipopictórico, hipopótamo, hipoglucemia, …vale,
entiendan la licencia jocosa). En este caso, imagino a un lector con un bagaje insuficiente
(literario, artístico y cultural en el que el nivel de complejidad puede ser
más o menos evidente) ante esa lectura representada como un río, mar u océano
en el que la referencia está puesta por el autor/ilustrador para ser
descubierta, pero que rebota al no activarse el intertexto del lector.
Envueltos por el blanco y negro de la misteriosa obra en
blanco y negro, el enigma de cada ilustración nos invita a cuestionarnos a
partir de ese fragmento del texto la naturaleza de esa realidad, como La
traición de las imágenes de René Magritte, con la imposibilidad de su
naturaleza en la realidad, pero que sí funcionan desde el pensamiento
simbólico, desde nuestra imaginación. Inventamos premisas, nos adentramos en la
llamada a la aventura, intentamos resolver el suspense en Huéspedes sin
invitación, el porqué era demasiado tarde en La biblioteca del señor Linden
con ese libro y, otras favoritas como la estampa de la monja de Las siete
sillas o La casa de la calle Maple (o, esto ya es personal, pienso
en El viaje de Chihiro con La alcoba del tercer piso). Un álbum
maravilloso de uno de los grandes autores de literatura infantil. Un álbum para
sumergirse absolutamente.
Fran
Martínez
Web de la editorial
https://www.fondodeculturaeconomica.com/Ficha/9789681651145/F
Mi propuesta de banda sonora para imaginar con este álbum:
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