lunes, 28 de junio de 2021

Entradas en azul. Chris Van Allsburg. Mal día en Río Seco. FCE

 

Título: Mal día en río seco

Autor e ilustrador: Chris Van Allsburg

Traducción: Diana Luz Sánchez

Editorial: Fondo de Cultura Económica

Colección: Los especiales de A la orilla del viento

Año: 2000. Original: 1985

Páginas: 34

Encuadernación y formato: 28 x 22 cm. Tapa dura.

Idioma: castellano

Reseña:

En esta breve tanda de libros con temática del Oeste se cierra (a modo de trilogía) con un libro atípico de Chris Van Allsburg y su libro Mal día en río seco. Atípico por las ilustraciones cuando nos aproximamos a este y que distan del detallismo realista del realismo mágico tradicional en sus obras (incluidas las que usaban el blanco y negro como El jardín de Abdul Gasazi, Jumanji, Los misterios del señor Burdick o Ben’s Dream). Esta supresión sirve como fórmula para introducirnos en el juego metaficcional y el guiño al clásico de Crockett Johnson Harold y el lápiz morado (1955) que ha tenido diferentes ejemplos en personajes que alteran la realidad dentro del libro a través de un lápiz (desde Aaron Becker, Ivar Da Coll o Anthony Browne, por citar algunos ejemplos) o la inclusión del autor dentro del libro (desde Hervé Tullet, Roberto Innocenti o Jörg Müller). En este caso, el mecanismo no se muestra hasta el final del libro (al contrario de Johanna en el tren, por ejemplo) para mantener el suspense en el lector que comparte el misterio con el protagonista, el alguacil Ned Hardy (la parodia de tomar conciencia propia el personaje de ficción, la ruptura de la cuarta dimensión).

La opción deliberada de asumir el tipo de ilustración típica de libros para colorear también sirve como contrapunto humorístico a la estandarización de aquellos libros y en la primera ilustración a doble página leemos (Era uno de esos lugares donde todos los días son iguales). Libros típicos de la infancia, aquellos en los que se tenía que unir los puntos y los números para crear la forma, todo tan hermético y pautado (podemos recordar ejemplos contrarios como el libro del artista Keith Haring con El libro de las pequeñas cosas de Nina editado en castellano por Gustavo Gili). Súbitamente esa narrativa se ve asaltada por la aparición en los caballos que tiran del carruaje de “gruesas tiras de una especie de lodo brillante y grasoso”. 

Los personajes, parece que empiezan a tomar conciencia de esa realidad (oeste y autoconciencia, me recuerda a Westworld) y siguen observando los cambios en su mundo en blanco y negro repleto de los trazos de ceras de colores hasta que en su expedición a la búsqueda de respuestas se topará con el dibujo infantil de un vaquero y su ataque hacia él. Curiosamente, al estar insertos en su propia narrativa dentro del libro su final se supedita no a sus acciones, sino a la de Sophia (cuyo nombre conocemos en la dedicatoria del autor en la portadilla) con el libro de colorear. En ese momento, volvemos al universo de las ilustraciones de Chris Van Allsburg, un texto con una fuente diferente nos deja en la conclusión sobre el origen de la luz y la oscuridad en ese mundo ficcional dentro del libro. 

La opción del foco para salir de la historia de Chris Van Allsburg es un primer plano de la mano para que la observación esté mediada conjuntamente a la del personaje y, finalmente reducir el enfoque para colocarnos en un ángulo a vista de pájaro y de espaldas a la protagonista y, finalmente, dejándonos ante la resolución. Como epílogo la contraportada nos revela el semblante de nuestra protagonista de los trazos que es la hija del autor que posa a su lado. Las guardas también son negras, en alusión a la pérdida de luz del libro cuando está cerrado. Como buen libro metaficcional, los mecanismos de alteración se encuentran en todo el diseño del álbum. Y, para finalizar esta pequeña trilogía western, un clásico: Érase una vez el oeste.



 

Fran Martínez

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Web de la editorial

https://www.fcede.es/site/es/libros/detalles.aspx?id_libro=1904


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