Título: Mejillas rojas
Autor:
Heinz Janisch
Ilustrador:
Aljoscha Blau
Traducción: Eduardo Martínez
Editorial: Lóguez
Colección: Rosa y Manzana
Año: 2006
Páginas: 32
Encuadernación
y formato:
24,5 x 26,8 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano
Reseña:
El autor austriaco Heinz Janisch (1960 y candidato por su
país para los Premios Andersen en 2022) y cuenta con una larga publicación de
títulos en la editorial Lóguez, del que reseñamos recientemente La
batalla de Karlavach y cuenta con títulos clásicos como ¡Zas!¡Pum!
ilustrado por Helga Bansch, el divertidísimo El rey y el mar junto a
Wolf Erlbruch o la parodia de La gran carrera junto a Gerhard Harderer.
Un sentido del humor con tintes surrealistas también impregna a sus relatos y,
otra joya como Sencillamente tú fue ilustrado por Jutta Bauer, de quien es
imposible no citar un título como El
ángel del abuelo en esta ocasión y cuyo título reseñó Sandra
Martínez este verano en el blog.
Con Aljoscha Blau cuenta con más títulos publicados (como el
divertido y disparatado El pañuelo de mi abuela con un juego propio de
la tradición oral en el que se encadenan elementos sorprendentes en el pañuelo
de la abuela) y con Mejillas rojas ganaron el Premio de la Feria de
Bolonia en 2006. Ambos álbumes con el ilustrador Aljoscha Blau en el que el
surrealismo impregna la narración y que, de alguna manera, alcanza conexiones
como el realismo mágico en el cine y me recuerda a una película como The
taste of tea (2004) de Katsuhito Ishii, una comedia absurda y con elementos
fantásticos para amantes del cine oriental (aunque por género y reflejo de la memoria
también la archiconocida Olvídate de mí de Michel Gondry nos serviría).
El libro nos remite a la voz del niño recordando todas
aquellas peripecias que le contaba su abuelo: “De pequeño mi abuelo tuvo una
vida muy agitada. Por lo menos, él así lo cuenta”. A medida que crecemos
tenemos una relación diferente con nuestros mayores. En la infancia, absorbidos
por todas esas historias de vida y narraciones de cuentos. En la pubertad y
adolescencia, intentamos diferenciarnos de todo lo que tenga que ver con nuestras
familias y establecer nuestros grupos de amistades y pertenencia generacional.
Esto, parece un recordatorio de las etapas y estadios archiconocidos de Piaget,
pero tan solo un recordatorio sobre cómo (des)conectamos con la memoria de las
anteriores generaciones. En esa etapa de pubertad y adolescencia, las anécdotas
de nuestros mayores siempre acaban en el cajón de las “batallitas”.
En Mejillas rojas, cada anécdota representada supone una sorpresa para el lector, jugando con el extrañamiento, la ironía y el absurdo consigue el reflejo de un lugar poético y simbólico. Una cualidad de este autor que, como mencionamos anteriormente, nos regaló la joya El rey y el mar. El lugar donde almacenaba el agua, la persecución hasta el último rincón de una abeja, el funcionamiento del ombligo o las consecuencias de golpear una nube con un balón. Momentos en el que el nieto (voz del relato) también cuestiona la veracidad de estas, pero que si lo dice su abuelo será verdad. Es decir, el nieto no rompe el pacto de la fantasía que nosotros tampoco haremos con la lectura. Cada anécdota bien vale pensar en ella como una verdad. También le cuenta cosas sobre la escuela, la guerra y sus aventuras. Como lectores, podríamos anticipar que el tono surrealista pasará al realismo crítico con estos aspectos. Por suerte, nos quedamos en el simbolismo literario.
Una de las anécdotas, la reflejada en la ilustración de la cubierta, me parece deliciosa: encontrarse unas alas para dar una vuelta y, dejarlas en su sitio. ¿Cuántas veces hemos pensado de pequeños en cómo sería tener alas? Siempre, sus mejillas rojas se reflejan (aquello que nos decían de pequeños: cuando mientes, te pones rojo) y observamos cómo avanza en el tiempo y el niño, se convierte progresivamente en adulto (divertidísima la anécdota sobre la guerra y el lugar sobre el que cayó con su paracaídas, con un simbolismo muy Magritte, como en la vuelta al mundo). Los textos y las ilustraciones conectan en un reflejo divertido e íntimo de la narración, un disfrute en el que detenerse en los detalles y dejar volar nuestra imaginación. Finalmente, la edad hará que cada vez se haga más transparente, pero al igual que al protagonista, encontraremos un final abierto en el que quizás también se nos pongan las mejillas rojas. En la dedicatoria final de Aljoscha Blau leemos: Para todos los que participan en la resistencia contra la “realidad”. Fantástico consejo para todas aquellas personas que disfrutamos de la LIJ. Una delicia.
Y, como diría Tom Waits: Te contaré todos mis secretos, pero te mentiré sobre mi pasado. (en Tango till they're sore del gran Rain dogs)
Fran
Martínez
Web de la editorial:
https://www.loguezediciones.es/libro/ver_libro_coleccion?id=78
Instagram Aljoscha Blau
https://www.instagram.com/aljoschablau
No hay comentarios:
Publicar un comentario