Título: El naufragio del Zéfiro
Autor
e ilustrador:
Chris Van Allsburg
Traducción: Teresa Farrán i Vert
Editorial: Juventud
Año: 2006. Original: 1983
Páginas: 32
Encuadernación
y formato:
29 x 23 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano
Reseña:
No abandonamos el entorno marítimo y seguimos con la temática
con la que se cerraron las reseñas de la semana pasada a partir de un
maravilloso álbum de Chris Van Allsburg, uno de los grandes autores de la LIJ.
Estos viajes nos dejarán aún cierto aire veraniego en el remanso de la nueva
estación otoñal y, como es habitual en el autor, nos conducirán a situaciones
repletas de extrañeza y fantasía ensoñadora. Las maravillosas ilustraciones al
pastel sirven de marco perfecto para una historia que comienza con el asombro
en un pequeño pueblo de pescadores de los restos de una embarcación. Es la situación
inicial que nos da contexto y desde la voz del narrador, en primera persona,
cuenta su encuentro con un hombre mayor que le explica que su aparición se debe
a un temporal. Esa sería una explicación posible, pero el ambiente de suspense
se genera a partir de la ruptura de la lógica en palabras del señor mayor que
fuma en pipa ante la incredulidad del suceso por parte del narrador: “Bueno,
hay otra historia”. Y, de la misma manera que el narrador, nosotros también
nos sentamos para escuchar la historia de ese misterio que nos narrará en las páginas siguientes y deliciosamente ilustradas.
Lohfink (2012) utilizaba como ejemplo para promocionar en el
aula para el cuestionamiento personal a través de álbumes y sus
interpretaciones del significado de las ilustraciones con referencia al texto.
En definitiva, en el espacio creado entre el poder narrativo de la imagen para
que complete la información textual el receptor (en el que además implicará
otros conocimientos literarios, enciclopédicos o culturales). Stanton (1996)
analizaba la naturaleza ensoñadora en la obra de Chris Van Allsburg y cómo este
álbum fue la primera incursión en el uso del color por parte del autor después
de la publicación de El jardín de Abdul Gasazi (1979), el ganador de la
medalla Caldecott Jumanji (1981) y el viaje dentro de un sueño por monumentos
escultóricos de Ben’s Dream (1982). También se convirtió en un libro que
hacía aún más evidente esa conexión entre el surrealismo literario y el artístico
con la conexión a René Magritte (entre otros artistas que se señala en el artículo).
En otro artículo, curiosamente ubicado en una sección especial dedicada a la
alfabetización visual (“visual literacy”) Neumeyer (1990) habla de la capacidad
para generar el ambiente de misterio y de perplejidad ante la circunstancia de
encontrarnos dos narradores en el álbum (el narrador inicial y el señor mayor
con la pipa) y el espacio para que el lector interprete quién es el protagonista
de esa enigmática historia.
Es la historia de un joven navegante que pretende ser el
mejor del mundo (en este punto me trae recuerdo a muchos personajes de las películas
de Miyazaki en Studio Ghibli) y que se empeña en navegar pese a la gran
tormenta que se avecina en el puerto (olvidando las advertencias en el puerto
de un pescador). En este punto, no hemos observado ninguna de las caras de los
personajes y las ilustraciones enmarcadas ensalzan el sentido pictórico de la
narración. El oleaje con el mar verde, las grandes nubes en el fondo ante la
deriva del protagonista en el barco hasta una playa irreconocible (vemos en el
fondo las nubes y, además de Magritte pensamos en otros autores con la conexión
con el mismo pintor como Quint Buchholz o Anthony Browne) en el que comienzan
las cosas extraordinarias: dos veleros que flotaban en el aire remolcan al Zéfiro
hasta el pueblo. Un pueblo en el que aprenderá cómo navegar de tal manera (de
nuevo, un enigmático marinero es el que se propone en esta tarea).
El segundo dato relevante es que aquel pueblo está apartado
del resto por el peligroso arrecife que hay a su alrededor: en definitiva, ha
llegado al otro lado. El desenlace bajo la luna llena, el viento soplando y la
vuelta a casa en el horizonte nos muestran la resolución desde ilustraciones
que parecen un retorno del País de nunca jamás (la luna reflejada en el agua,
surcar el cielo y la vista del campanario en una secuencia hipnótica y que
también nos lleva hasta David Wiesner). Una vez que conocemos la historia de un
velero que apareció misteriosamente en la costa, conocemos los datos del primer
narrador sobre la manera de caminar de aquel viejo que fumaba en pipa y que
conocía una historia más allá de la realidad. Otra realidad en la que
maravillarnos gracias a Chris Van Allsburg.
Para finalizar, en otro de los artículos que encontré que
empleaban la lectura del álbum de Van Allsburg, una práctica habitual en el
verano escolar: la lectura vacacional y aquellos cuadernillos de actividades para
no perder el hábito de “la letra con sangre entra”. En este caso, El
naufragio del Zéfiro fue parte de una experiencia didáctica de lectura
voluntaria durante el verano descrita por White y Kim (2008) en el que también
implicaron a las familias en el desarrollo de la tarea.
Fran
Martínez
Web de la editorial
https://www.editorialjuventud.es/el-naufragio-del-zefiro-9788426135599/
Referencias
Lohfink, G. (2012). Promoting self-questioning through
picture book illustrations. Reading Teacher, 66(4), 295–299. https://doi.org/10.1002/TRTR.01124
Neumeyer, P. F. (1990). How Picture Books Mean: The Case of
Chris Van Allsburg. Children’s Literature Association Quarterly, 15(1),
2–8. https://doi.org/10.1353/chq.0.0727
Stanton, J. (1996). The Dreaming Picture Books of Chris Van
Allsburg. Children’s Literature, 24(1), 161–179. https://doi.org/10.1353/chl.0.0435
White, T. G., & Kim, J. S. (2008). Teacher and Parent
Scaffolding of Voluntary Summer Reading. The Reading Teacher, 62(2),
116–125. https://doi.org/10.1598/rt.62.2.3
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