Título: La piscina
Autora
e ilustradora:
Ji Hyeon Lee
Editorial: Barbara Fiore Editora
Año: 2014
Páginas: 52
Encuadernación
y formato:
22 x 31 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano. Álbum sin palabras
Reseña:
Después de la vuelta a la actividad seguimos con entradas para evocar los días estivales que llegan a su fin. Una de las imágenes de un verano es el chapuzón, los recuerdos de caminar por el borde de la piscina (con los pies color membrillo y claras intenciones como el agua que cantaba Aramburu). La siguiente reseña bien podría ser La ola de Suzy Lee (también coreana y sin salirnos del catálogo de Barbara Fiore), pero dejaremos el elogio al límite para otra ocasión. Colocados como espectadores ante el momento en el que el bañista se encuentra con la piscina, el silencio y el foco como andamiaje narrativo con el primer plano de su cara y la visión general en la siguiente en una ruptura que proviene del ruido (en un libro silencioso) de la multitud ataviada de flotadores y colchonetas para zambullirse en el agua. Y, como no, recuerdo de esos momentos de pelea por coger el mejor sitio (ya sea en las piscinas municipales o en primera línea de playa).
Del silencio del niño circunspecto al sinsentido de la vista de la piscina abarrotada de gente que apenas dejan a la vista el agua de la piscina. Otra característica que comparten inicialmente La ola y La piscina es la minimalista paleta de colores iniciales (solo distinguimos el azul del agua y predominan el blanco y el negro del trazo), pese a que los mecanismos de narración visuales son muy diferentes (cambios de foco y ruptura de la doble página como unidad narrativa en otras).
Esta primera parte marca el inicio del conflicto, la tranquilidad del protagonista frente a la algarabía del resto de bañistas, que finalmente se sumerge para mostrarnos la puerta a un nuevo mundo. Curiosamente, Ji Hyeon Lee en un álbum posterior como Door (2018) también establece esa diferenciación entre la realidad y la fantasía (puertas que en los libros sin palabras también nos conducen a otros universos como en los de Aaron Becker o David Wiesner por citar dos ejemplos reconocidos) y la aparición de un nuevo código visual: el color. Zambullida en la que encuentra una compañía (son como los outsiders del bullicio) en la que descubrirán aquello que los demás son incapaces de ver: corales, bancos de peces e, inclusive, encontrarse con la majestuosa gran ballena blanca) con la que compartirá el viaje.
Una narración tierna y silente que finaliza con la salida por el otro extremo de una piscina cuyo tamaño no es indicativo de los mundos que esconden cuando nos sumergimos y conectamos con memorias y recuerdos de infancia. Lugares suspendidos en el tiempo y la mirada compartida por dos personas que han encontrado la escapatoria a un mundo ruidoso y caótico. Pequeños refugios y deleites visuales en una literatura que se lee mirando. Y como no, otros recuerdos con piscinas y chapuzones literarios me recuerdan a El nadador de John Cheever (y su gran traslación a la pantalla por Frank Perry en un clásico oscuro), pero especialmente a David Hockney -ya sean A bigger splash o Retrato de un artista (piscina con dos figuras)-. Sea como sea, nadaremos.
Fran
Martínez
Web de la editorial
https://www.barbarafioreeditora.com/catalogo/libros/la_piscina
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