jueves, 28 de octubre de 2021

Entradas en azul. Janice May Udry y Maurice Sendak. The Moon Jumpers

 

Título: The Moon Jumpers

Autora: Janice May Udry

Ilustrador: Maurice Sendak

Editorial: Harper & Row

Año: 1959

Páginas: 32

Encuadernación y formato: 25,8 x 18,5 cm. Tapa dura.

Idioma: inglés


Reseña:

En esta serie de entradas dedicadas a la luna es el momento para detenernos en un título que Martin Salisbury incluyó en sus 100 joyas de la literatura infantil ilustrada: The Moon Jumpers (Un salto a la luna en la traducción del manual). En esta primera colaboración entre la escritora Janice May Udry (1928) y Maurice Sendak (1928-2012) consiguieron alzarse con la condecoración de la Medalla Caldecott (en 1960), un premio que posteriormente recaería en el gran clásico de la literatura infantil con Donde viven los monstruos (1963) de Sendak en solitario y, un premio, que previamente recibió Janice May Udry por A tree is nice (1957, ilustrado por Marc Simont). Juntos volverían con la publicación en 1961 de Let’s be enemies (una divertidísima narración sobre la amistad, las riñas infantiles entre John y James y, como no, la reconciliación pasando de la declaración de enemistad a la celebración de todo lo que comparten) y, con este The Moon Jumpers leemos entre las cualidades descritas por Salisbury (2015, p.89): “Mediante el uso de una técnica casi puntillista, el artista elude el enfoque figurativo de los edificios o la flora con el fin de crear un primitivo ambiente roussoniano”.

Estas ilustraciones a color tienen una entidad propia dentro del libro, representándose a doble página sin la presencia del texto. El texto funciona de manera independiente acompañado con ilustraciones en blanco y negro que dan un espacio al texto de la autora que se inicia con una panorámica de la puesta de sol entre las montañas, los girasoles que sueñan con la promesa del sol del día siguiente. El ritmo del texto nos remite a un espacio de enumeración que sirve como mantra con los elementos que diferencian al día y la noche. Así, aparece la noche y nuestra protagonista esta semana: la luna. El búho en el abeto (los búhos no son lo que parecen), el gato saliendo al jardín. Ese último pasaje, la aparición del felino en el jardín, será la ilustración a color que expande la narrativa con la belleza descrita por Salisbury: la luz de la luna, las sombras sobre la casa y el poblado jardín.

Con esa panorámica que sirve de preámbulo en la situación inicial narrativa, pasamos del horizonte al jardín y vemos una casa, en la que ahora centrará su mirada la narrativa con la presentación de sus personajes en la ventana: un padre y una madre a la luz de la lámpara observando un libro de arte. La siguiente doble página nos presentará a los protagonistas infantiles que salen de la casa para saludar a la luna llena. La miran, extienden sus brazos hacia ella y sus sombras se proyectan alargadas ante el espectáculo de la noche. Con esa combinación de páginas en blanco y negro (tonos sepia) en la que se enumeran esos diferentes elementos que aparecen en la noche (aparece el canto de las ranas, las luciérnagas, las polillas buscando las flores de luna y el viento en una agradable y fresca noche de verano que mece los pelos de los niños danzando con los pies descalzos y ojos cerrados en el jardín).

El libro sigue incrementando su belleza en un acto teatral (una disciplina con la que Sendak tiene un fuerte vínculo) con el baile estilizado de los niños. Salisbury también precisaba un cierto aire pagano y, ciertamente, hay un componente de pequeño ritual de solsticio, de noche de San Juan (sin ser esto Midsommar) y con sus miradas perdidas en la danza. También se narran sus juegos: subirse al árbol e imaginar que se encuentran en una isla, compondrán canciones y poemas, rodarán por la hierba y contarán historias de fantasmas. Darán vueltas alrededor de la casa y saltarán cada vez más alto para acercarse a la luna pese a que nadie la ha alcanzado (sería una década más tarde, en 1969, cuando eso sucedería) y que continúa creciendo cada vez más.

Una luna tan grande que, súbitamente, refleja una sombra gigante que aparece ante ellos: el padre con la pipa que vigila que estén bien las rosas y, posteriormente, la madre llamando desde la puerta. Es hora de irse a la cama. Es muy graciosa la respuesta de los niños: Nosotros no somos niños, somos los que saltan la luna. Hora de irse a la cama, despedida a la luna con la belleza en el texto de Janice May Udry y, la repetición de una frase en el inicio sobre los girasoles: “And we fall asleep and dream of tomorrow’s sun”.

Un álbum precioso para dormir y, la luna, como una protagonista en la literatura (sin etiquetas) y que Maurice Sendak ha reflejado en su trilogía con Donde viven los monstruos (es imposible no pensar en la imagen de Max adentrándose en el bosque de su cuarto a la luz de la luna y verlos a todos bailando bajo el influjo de la luna), La cocina de noche y Al otro lado. Pero, como final, he repasado apariciones lunares en otros de sus álbumes (ya sean como ilustrador o como autor) y la conexión con ese mundo onírico que define la obra de uno de los estandartes de la Literatura Infantil.

Chancho Pancho. Kalandraka

Dídola pídola pon. Kalandraka


Héctor Protector y cuando yo iba por el mar

Else Homelud Minarik. Osito

El letrero secreto de Rosie

Ruth Krauss. Un hoyo es para escarbar


La ventana de Kenny


En el vertedero con Juan y Pedro


Randall Jarrell. Volar de noche

La cocina de noche


Al otro lado

Donde viven los monstruos


Always in our hearts
beloved Maurice Sendak








 

Fran Martínez

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Referencia

Salisbury, M. (2015). 100 joyas ilustradas de la literatura infantil. Blume




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