Título: Escritos en la guerra
Autor: Elvira Menéndez, Rosa Huertas, Antonio
García Tejeiro, Mónica Rodríguez, Carmela Trujillo, Gonzalo Moure y Daniel H.
Chambers
Ilustrador: Federico Delicado
Editorial: Kalandraka
Año: 2021
Páginas: 128
Encuadernación
y formato:
14 x 21,5 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano
Reseña:
Yo no recuerdo la guerra. Nací en el 80 y mis lecciones de
historia en el colegio nunca abordaron la guerra civil española y, en casa, tan
solo pude escuchar conversaciones de familiares que hablaban de aquella casa
donde se crio mi padre en las montañas de Lorca y donde, en nuestras visitas en
el R12, se señalaban escondites entre las montañas donde una vez alguien se escondió.
Aquello era lejano, casi exótico, en los oídos de una criatura sin ninguna
conciencia del pasado. Volviendo a nuestro tiempo, la panorámica desmemoriada
es más evidente y el bombardeo de noticias se ajusta perfectamente a nuestras
apetencias virtuales. Un pensamiento circular, retroalimentado y a la carta. Muchas
veces pienso en el flujo de comunicación como un continuo en el que el
contenido es relegado al valor de número de interacciones y su alcance. Y, en
esa marejada, nos desdibujamos por partida doble. Las palabras ya no son
hormigas que corretean, sino un lodo que gorgotea continuamente sobre nuestros
dedos. Sobre nuestra lengua. Observando el panorama y el auge de viejos restos
de ideologías que silenciaron millones de vidas, la memoria parece uno de los
pocos espacios en los que aún son capaces de filtrar el lodo. La literatura
como pequeño bálsamo purificador.
Entiendo que el inicio es un poco "orwelliano", pero Escritos
en la guerra es una magnífica colección de relatos breves que nos conducen
a un espacio en el que la memoria y la literatura conviven en perfecta armonía.
Además, literatura que habla de figuras literarias en cada uno de sus relatos.
Su aparición nos retrotrae a las vicisitudes de la guerra y su implacable
severidad. El primero de estos sensacionales relatos es de Elvira Menéndez
(1949) con La entrevista en la que aparece la figura de Richmal Crompton
en la vida de la narradora: María José Álvarez Fernández. Sin querer desvelar
muchos de los detalles de estos relatos, la escena de una entrevista en la que
la voz narradora se dedica a relatar todas aquellas vicisitudes a las que se enfrentaba
la infancia en la guerra civil y el nombre de un barco: La Habana, buque
que transportó a refugiados a Francia e Inglaterra (Southampton, donde acabará
nuestra protagonista) para escapar de la guerra. Una historia conmovedora que
es narrada y en el que se observan algunos de los vicios del periodismo: el
titular frente al relato.
“A pesar de eso, decidió dejarla continuar. El dolor de
aquella anciana conmovería sin duda a los espectadores. -Tendremos tiempo de
cortar lo que sobre en el montaje-, se dijo”. (p.11)
Rosa Huertas (1960) en Como si hubiera pasado siempre
nos lleva hasta la infancia de Elena Fortún (María de la Encarnación Gertrudis
Jacoba Aragoneses y de Urquijo), su cuento preferido de Perrault y una amistad
que resultaría clave en su obra con su icónica Celia. Además, se sobrevuela
otro aspecto asociado a la represión de la época como el exilio y la imposibilidad
de la publicación de Celia en la Revolución.
“Esta desgracia no puede caer en el olvido. Si lo
escribes, permanecerá” (p.35)
Más allá de estos datos que nos iluminan el contexto, las
vivencias narradas están trufadas de memorias y perfumes que nos dan respiro
entre el peor enemigo de la literatura: el miedo. Antonio García Teijeiro (1952)
con Fragmentos de dolor y vida, dibuja el impacto de la obra poética de
Miguel Hernández y el retrato de la represión al pensamiento fuera de los
dictámenes, la pérdida de la humanidad por la imposición dogmática de un bando e
ideario. Familias que se resquebrajaban a la lumbre del silencio y figuras inesperadas
que alumbran en la oscuridad como una maestra.
“El lenguaje es la herramienta que yo necesitaba para
llenar el vacío que me asolaba desde hace muchos años” (p.56)
Mónica Rodríguez (1969) se encarga de dibujar la mirada de
Ana María Matute en La niña asombrada y un fragmento de su discurso en
la recogida del Premio Cervantes sobre la dureza de la Guerra Civil y las atrocidades
que se sucedían de manera cotidiana al estallar la guerra. La mirada de Ana
María como un espacio en el que la infancia imagina y sueña, entre rumores
silenciosos, donde el ruido y la muerte se interpone ante las motas de
esperanza: “Aquellas hormigas negras, aquellas letras levantaban mundos ante
su corazón de niña y ella, extasiada, se decía que de mayor haría eso, eso, que
no sabía aún que era, pero que le permitía atravesar el espejo, entrar en el
bosque, atraparnos” (p.68).
A vueltas con Perrault, Carmela Trujillo (1966) y su Caperucita
Roja es poeta nos invita a un recorrido por la mirada de Gloria Fuertes y aquella
vida bajo el yugo del dictador (Franco como el lobo me parece una comparación
formidable) y el silenciamiento de las mujeres ante su obra (no solo por el
régimen, también por los complejos de artistas en masculino que preferían
torpedearlas en sus reuniones: Versos y faldas). “Hacedores de obras
literarias. Hombres serios que, para acallar las voces del grupo femenino,
decidieron jugar al futbolín mientras ellas recitaban sus trabajos. Tal cual”
(p.94).
Uno de los relatos más estremecedores es el autobiográfico Un
instante de Gonzalo Moure (1954) y las torturas
recibidas por el escritor. Un relato que conecta con sus recuerdos de la
sede de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol, donde fue torturado por
Billy el Niño y otra escoria instruida para la represión en lo que fue durante
aquellos años la Dirección General de Seguridad. Golpes, sangre y resistencia
para que no le fuera arrebatada la dignidad en aquella jaula. Reencuentro con
un espacio doloroso y recuerdos: “La escalera ya no es la misma. Han pasado
los años. El bullicio de la cena se va amortiguando mientras desciendo. Pero el
espacio sí que es el mismo. Y también la opresión que siento” (p. 105). En
el final del relato hay un pequeño bálsamo a toda esa crueldad, pero por
desgracia parece que en el aire de Madrid vuelven los ecos de aquellos ideales infectos
como la reciente marcha nazi en Chueca.
El último relato es para Daniel H. Chambers (1972),
coordinador de esta obra y que junto a Federico Delicado publicó Un largo
viaje en Kalandraka con su mirada centrada en el drama humano de los refugiados.
Su relato se cierra con el recuerdo a un autor que no revelaré, pero que nos
conecta con otro autor cuya biografía retrató Peter Sís, un perfecto
acompañante en este tránsito por la memoria con sus obras El muro (su autobiografía)
y Nicky & Vera: a quiet hero of the holocaust and the children he saved
sobre Nicholas Winton. Historias que también proponen otro tipo de figuras a
recordar como Ángel Sanz Briz (un diplomático español al que se le apodó el
Ángel de Budapest por su tarea en exiliar a judíos durante el Holocausto). Un
relato que sirve de perfecto cierre y en el que las ilustraciones de Federico
Delicado aportan un bello simbolismo a cada texto.
Desde la web de la editorial leemos: Una
nueva colección para disfrutar de la literatura y mantener viva la memoria.
Es una tarea necesaria en un momento en el que las voces se superponen en un
mantra que ha erosionado de humanidad a las palabras y que vuelven al absurdo discurso
inflamado que, por desgracia, se exhibe con menor vergüenza. Un hedor molesto que
infecta y amenaza, de nuevo, con privarnos de humanidad. Como diría Gloria
Fuertes en su poema A todo el que se dé por aludido en Garra de la Guerra:
“Espero que no seáis tan animales que no podáis vivir como personas”. Y,
para ello, no viene mal memoria.
Fran
Martínez
Web de la editorial
https://www.kalandraka.com/escritos-en-la-guerra-castellano.html
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