Título: Por la noche
Autor
e ilustrador:
Wolf Erlbruch
Traducción: Nadine Belién
Editorial: SM
Colección: Barco de vapor, nº60
Año: 2001
Páginas: 32
Encuadernación
y formato:
12 x 19 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano
Reseña:
Creo que serán pocas las personas que tengan interés por la Literatura
Infantil y no tengan una especial devoción por los libros de Wolf Erlbruch. En
este espacio hemos dedicado reseñas a diferentes títulos como el bellísimo L’ogresse
en pleurs de Valerie Dayre, el filosófico La
gran pregunta y, como no, un icono de la Literatura infantil con El
pato, la muerte y el tulipán. En 2017, recibió el Premio Astrid Lindgren
por su obra y en Youtube se puede escuchar la llamada del jurado a Erlbruch:
Me encanta el momento en el que habla de que alguien se acercó a él de manera inesperada para decirle: gracias por sus libros. Previamente al comentario de este libro les invito a repetir el mantra: Muchas gracias por sus libros. Pueden hacerlo tantas veces crean necesarias, pero más importante es el recordatorio implícito del mensaje: la literatura infantil es literatura y no, no es nada menor pese a que la edad de su público, a priori, no sea adulta. Se podrían escoger diferentes títulos del autor y sería un placer admirar su trabajo desde el plano artístico como ilustrador en El taller de las mariposas de Gioconda Belli, el fabuloso y de gran formato El oso que no estaba de Oren Lavie, el reciente poemario Palmas y aplausos de Edward van de Vendel, las colaboraciones con Bart Moeyaert (Premio Astrid Lindgren en 2019) con El viaje de Olek y, especialmente, La creación. Aunque un lugar especial en este apartado lo ocupa la ilustración de los textos de Karl Philipp Moritz en El nuevo libro del abecedario.
En esta faceta de ilustrador también apoyó textos de
diferentes autores que fueron editados dentro de la emblemática colección de SM,
Barco de vapor (Eduardo Porcachón de John Saxby o No es un papagayo
de Rafik Schami). Dentro de esta colección también tuvo espacio para un título
en nombre propio (como autor e ilustrador) y que, desafortunadamente, no le
sienta nada bien el formato de esa colección a un álbum tremendamente divertido
e inteligente. Con la unidad de la doble página, el despliegue de los collages
de Erlbruch queda empequeñecida en formato, pero no en su excepcional propuesta.
Un protagonista, Pedro, insomne que se acerca a la cama de su padre para
decirle: “Quiero salir, entrar en la noche”. Una frase un poco sombría
si fuéramos el padre somnoliente que se despierta con esas palabras.
A partir de esa situación, la pareja (padre e hijo) inicia
un paseo por la ciudad de noche en la que el texto refleja las palabras del
padre somnoliente y que desea contentar a su hijo con el único objetivo de mostrarle
que por la noche no pasa nada. Por eso se duerme. Todo el mundo duerme: las
liebres, el vendedor de verdura, las ranas, sus amigos, la farmacia. Por la
noche no pasa absolutamente nada. Y, claro está, el padre preferiría estar durmiendo.
En el plano de las ilustraciones, la situación es la contrapuesta al discurso
del padre: un mundo de fantasía que articula Erlbruch con minuciosos collages,
oníricos y surrealistas (el gran perro salchicha formando un puente a su paso,
una trucha portando una fresa en un carro y, como no, Alicia saltando en pose
circense un aro sujetado por el conejo blanco) y en el que grandes animales
acompañarán al niño en un juego imperceptible para el adulto somnoliento que lo
lleva de la mano.
La noche abraza la fantasía del niño y de los lectores que disfrutamos de sus ocurrentes composiciones y, muestran en esa yuxtaposición entre el texto y la imagen una invitación a la carcajada. Adicionalmente, la lectura de la mirada diferenciada del adulto que ha olvidado ser un niño y la imaginación simbólica de la infancia, una mirada que hay que tener siempre en cuenta y no minusvalorarlo. Ojalá lo reediten con un formato que haga justicia a su contenido. De nuevo, muchas gracias Mr. Erlbruch.
Fran
Martínez
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