Título: El libro triste
Autor: Michael Rosen
Ilustrador: Quentin Blake
Traducción: Esther Rubio
Editorial: Serres
Año: 2004
Páginas: 36
Encuadernación
y formato:
21,5 x 29,8 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano
Reseña:
Hace una década Colomer (2010, p. 150) señalaba este El
libro triste de Michael Rosen y Quentin Blake (junto a El árbol rojo
de Shaun Tan o El último refugio de Innocenti) como un ejemplo en la
ruptura de tabúes temáticos en las tendencias de la literatura infantil (en
aquel entonces) al abordar temáticas que, en etapas anteriores, habían tenido
menos presencia en el universo infantil. En parte por la tendencia que señalaba
sobre la evolución sociocultural y la individualización en la que la conciencia
social tendría cabida en la literatura para ofrecer espacios en los que
acompañar aspectos y ofrecer una “educación sentimental”. Se ha tratado en diferentes
entradas cuestiones relacionadas sobre literatura y duelo, en el que, si
echamos la mirada atrás, seguramente el panorama sobre el tratamiento de la
muerte en la literatura infantil también ha tenido su crecimiento y, en muchos
casos, también se ha optado por una excesiva instrumentalización: el libro ayuda
en la mediación, pero no es un fin en sí mismo. Y el objetivo, sin duda, es
ofrecer obras que armen y sean de calidad.
A partir de la consideración del lector infantil como un
lector activo en la decodificación de su realidad sociocultural se introducen
aspectos que, en definitiva, definen la complejidad de situaciones a la que se
enfrentan en la vida. Estos contenidos, obviamente se enfrentan a un público
dual: el adulto y el infantil compartiendo el placer de la lectura. Un proceso
en el que ambos tienen capacidades diferentes en la comprensión de temáticas
complejas como la tristeza, la migración o, en este caso, cuestiones
existenciales como la muerte.
No obstante, la muerte se ha considerado un tabú temático y,
como señala Hanán-Díaz (2020, p. 20): “El calificativo de tabú para
referirse a un conjunto de temas que podían herir la sensibilidad infantil se
extendió durante los años noventa, especialmente asociado a la muerte”. Una
pretensión adulta en la educación y crianza que opta por lo “políticamente
correcto” y genera lo que Cañamares y Cerrillo (2016) definían como censuras
soterradas: “una censura que se intenta justificar en la utilidad de lo
políticamente correcto, la doble moral o la salvaguarda de aquello que se
estima oportuno o saludable” (p.123). En este sentido, el libro-álbum se ha
consolidado como un formato que excede la consideración de edades y el reflejo
de temáticas complejas y, de nuevo, Beckett (2012, p. 249) señalaba a la muerte
como el último tabú en este formato pese a que la muerte es, sencillamente, el reflejo
de la condición humana.
Si no invisibilizamos la vida, y en la vida hay presencias y
ausencias, no se puede dejar de lado a la muerte en el currículum como afirman
Rodríguez-Herrero et al. (2012) en el que estos “todavía no incluyen en sus
contenidos la muerte y la finitud como condiciones radicales del ser humano y,
lo que repercute mayormente en el proceso formativo, como elementos
imprescindibles para la mejora personal y social” (p.177). Orientaciones
que también precisarán de la creación de una red de seguridad en la que
afrontar estas temáticas, propiciar el diálogo y evitar respuestas simplistas
en las diferentes edades que generen una mayor confusión o angustia al lector
infantil.
Ahora, dentro de este panorama de obras de la literatura infantil que se han convertido en un ejemplo de ruptura de tabúes temáticos encontramos El libro triste, un libro que ha inspirado investigaciones sobre cómo responder a los sentimientos de pérdida en el que Magnet (2018, p.82) apuntaba: “In naming our grief, in following Rosen, we offer a pedagogy of practice: We ask for practice in the ultimately true work of being alive and dying at the same time”. También como una opción política, que conecta con la necesidad de la ruptura de excluir al lector infantil del mundo. Y, en este álbum, la temática es cómo afronta un padre la vida después de la muerte de su hijo.
En una entrevista a Michael Rosen (Saguisag, 2007) se
incluían aspectos de la acción política del autor: se presentó en las
elecciones municipales por una ramificación del partido socialista, articulista
de opinión y su posición atea, además de su presencia en diferentes medios de
comunicación. Un fragmento que me parece interesante sobre una pregunta
relativa a la visión de la infancia del autor: “I mean, it’s possible to say
it when you are celebrating your childhood or seeing kids having a good time.
And it’s true, being around kids is very good fun. But it’s crazy to have an
idealized view of them. We somehow have this notion of children as being
Edenic, that they are innocent and free of the horrible things that adults have
in them or have to do. The more I’ve written for kids, the more I’ve had to do
with kids, I’m reminded that childhood isn’t like that” (Saguisag et al., 2007,
p.15).
En la misma entrevista alababa el trabajo de Quentin Blake por el dinamismo de sus imágenes en un medio de dos dimensiones y la expresividad de sus personajes (el aspecto mímico). Buena cuenta damos al encontrarnos con la primera ilustración: la cara sonriente del protagonista y el texto que señala la impostura por siempre mostrarse bien ante los demás. El reflejo de lo negativo causa rechazo. Pase lo que pase por dentro, no exteriorices tu debilidad. Tienes que gustar. Un mensaje poderoso. La manera con la que se describe el motivo de su tristeza es, igualmente, impactante (acompañado por unas ilustraciones sombrías y desdibujadas en la cara del protagonista): “Lo que más triste me pone es cuando pienso en mi hijo Eddie. Murió. Yo le quería muchísimo, y sin embargo murió”. En pocas palabras concentra aspectos como nuestra imposibilidad para controlar todo aquello que nos rodea. Nuestra finitud.
Mientras los recuerdos de Eddie aparecen en diferentes
viñetas, describe las fases del duelo que ha enfrentado: se enoja ante una pregunta
sin respuesta (¿por qué a mí?) y, más importante, la búsqueda de un asidero en
el que centrar su negación (¿cómo pudo hacerme eso a mí?). A medida que se suceden
las viñetas a modo de instantáneas de su crecimiento, una última viñeta: un
marco vacío. No hay nadie. Ahí se detuvo la cronología. La necesidad por
encontrar el consuelo en otros, ser escuchado por un ser querido (su madre
también falleció) o, en su defecto: “Y se lo cuento al primero que encuentro”.
La ira, la depresión y asumir toda esa carga en solitario. Incluso, conductas incorrectas
en sus términos (aquí, mirando la imagen, se abre la interpretación sobre a qué
se refiere). A medida que avanza la narración, también lo hace el proceso de
duelo con la aceptación de la inevitable y la nostalgia por todo lo que acarrea
el paso del tiempo.
En ese proceso, también hay espacio para liberar la tensión
de la situación con las estrategias que tiene para que la tristeza no sea lo
único que ocupe su tiempo, como escribir y canalizar esos sentimientos que,
como apunta: “Cualquiera puede estar triste. La tristeza viene y te
encuentra”. Pero, también hay asideros en la parte final en la que también
hay aceptación y celebración de los recuerdos compartidos. Una luz, una guía en
un lugar en el que estamos perdidos y sobrevivimos según nuestras circunstancias
lo mejor que podemos. Un libro hermoso. Un clásico imprescindible.
Finalmente, una entrevista en la que Quentin Blake habla de las impresiones cuando recibió el texto de Michael Rosen, al que conocía, y cómo enfrentarse a la ilustración de un hecho biográfico. Además, la transcripción se encuentra en la descripción del vídeo:
Fran
Martínez
Referencias
Arnal Gil, J. I. (2012). El
tratamiento de la muerte en el álbum ilustrado infantil. Obras publicadas en
castellano (1980-2008). Servicio Editorial de la Universidad del País
Vasco/Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua.
Beckett, S. L. (2012).
Picturebooks with cross-generational themes. En S. L. Beckett, Crossover
Picturebooks: a genre for all-ages (pp. 209-272). Routledge.
Cañamares, C. y Cerrillo, P.
C. (2016). Las censuras “soterradas”. En M. V. Sotomayor y P. C. Cerrillo
(Eds.), Censuras y literatura infantil y juvenil en el siglo XX: (en España
y 7 países latinoamericanos) (pp. 123-136). Ediciones de la Universidad de
Castilla-La Mancha.
Colomer, T. (2010). Introducción
a la literatura infantil y juvenil actual (2ª. Ed.). Síntesis.
Hanán Díaz, F. (2020). Sombras,
censuras y tabús en los libros infantiles. Ediciones de la Universidad de
Castilla-La Mancha.
Magnet, S. (2018). Michael
Rosen’ s Sad Book and How to Cope with Grief for Kids and Grown-Ups. Bookbird:
A Journal of International Children’s Literature, 56(4), 80–83. https://doi.org/10.1353/bkb.2018.0070
Rodríguez Herrero, P., Herrán
Gascón, A. de la, y Cortina Selva, M. (2012). Antecedentes de la Pedagogía de
la muerte en España. Enseñanza & Teaching, 30(2), 175–195.
Saguisag, L., Rosen, M.,
& Zephaniah, B. (2007). Performance , Politics , and Poetry for Children :
Interviews with Michael Rosen and Benjamin Zephaniah Performance , Politics ,
and Poetry for Children : Interviews with Michael Rosen and Benjamin Zephaniah.
Children’s Literature Association Quarterly, 32(1), 3–28. https://doi.org/10.1353/chq.2007.0019
Como no, el remate de la entrada no podía ser otro que una canción de Skeleton Tree de Nick Cave & The Bad Seeds. Un disco con conexiones evidentes por la situación de ambos autores.
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