Título: Duerme bien, pequeño oso
Autor
e ilustrador:
Quint Buchholz
Traducción: L. Rodríguez López
Editorial: Lóguez
Año: 1998 (1ª ed.). Orig. 1993
Páginas: 40
Encuadernación
y formato:
22 x 27,7 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano
Reseña:
Debo confesar que siento una especial predilección por Jörg
Müller, Anthony Browne, Alfonso Ruano, Javier Sáez Castán, Chris van Allsburg y
los autores que evocan a la pintura de René Magritte (entre otros). El alemán
Quint Buccholz es un claro ejemplo de esa fascinación con obras como El
coleccionista de momentos o Todo tiene su tiempo (última referencia
publicada del autor en Lóguez) y, en este álbum para invitarnos al sueño nos
adentramos en un universo íntimo en el que describir una serie de rituales para
iniciar el sueño (el cuento, la oración, la canción de cuna, los cinco besitos)
reflejando toda una serie de pequeños gestos para combatir el miedo a la
oscuridad.
Pero, esa noche, el oso no está cansado y hace de vigía
desde la ventana de un universo en el que se refleja lo cercano y lo posible,
el anhelo por el mañana y todo con un texto dulce de Buchholz en el que
seguimos enumerando espacios que bajo la luz de la luna tienen un aspecto
melancólico y se envuelven en sus descripciones de un realismo mágico (la aparición
de la música), pequeños anhelos y preciosas estampas como el beso a la luna en
la ventana. La humanización del pensamiento del oso y la aparición de un niño
jugando con una carreta avisan al lector sobre la posible causa del insomnio
del oso, falta algo imprescindible para que un oso concilie dulces sueños:
¿verdad?
Si en Buenas noches, luna teníamos una mirada al interior de la habitación con Duerme bien, pequeño oso tenemos una mirada fascinante al exterior con un texto que sirve para espantar todos los miedos y crear un ritual del sueño: fuera todo está en calma, todo está en su sitio y, cada ilustración con su texto en sí ya supone un fragmento onírico de una gran belleza. El detallismo de sus ilustraciones, la creación de reflejos con la ventana del oso, la luz, las atmósferas, el desenfoque del fondo para resaltar la claridad del oso en su caja, los detalles (como Winnie the Poh en un dibujo en la pared o la autorreferencia al faro en El coleccionista de momentos) con las pequeñas historias del espantapájaros, los músicos de la luna o el mensaje que ocultará la carta que flota en el globo (con la que, además, juegan las guardas del álbum). Cada página es una delicia. Un álbum imprescindible y reeditado en diferentes ediciones por Lóguez (en la entrada figura la portada de la 3ª edición de 2011) y, espero, que no deje de editarse.
Fran
Martínez
Web de la editorial
https://www.loguezediciones.es/libro/ver_libro_coleccion?id=127
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