Encuadernación
y formato:
23,5 x 19 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano
Reseña:
La obra de Javier Sáez Castán es una de esas grandes joyas
de la literatura infantil española y que, en mi humilde opinión, representa uno
de los grandes autores de nuestro país. En el blog nos hemos detenido en diferentes
obras y, en el fondo, cualquiera de sus álbumes merecería una entrada en este
espacio además de La
merienda del señor Verde, El
armario chino y con autoría compartida con Pablo Auladell en Dorothy
y en Mvsevm
junto a Manuel Marsol. Al igual que en La merienda del señor Verde, el
álbum Los tres erizos también fue incluido en la lista de The White
Ravens en 2004 y es un libro atemporal que no deja de cautivar a los lectores
en sus diferentes ediciones. Un libro en el que el formato y los paratextos iluminan
el texto principal incluyendo detalles para el lector avezado al que le incorpora
un glosario de términos que amplía el acto teatral que presenta en los dos
actos diferenciados de esta pantomima (pieza cómica breve) con colofón.
El esquema narrativo presenta en el primer acto a los
personajes: tres erizos en busca de alimento y un narrador omnisciente que
emplea la rima en los pareados de cada ilustración. Esa musicalidad y brevedad
del texto, con la sorpresa por sus actos (divertidísima la forma de aprovechar
sus espinas para transportar las manzanas a su madriguera) y se desata el
conflicto: los propietarios del huerto buscan a los ladrones de las manzanas (¿serán tres bandidos?). En
estas ilustraciones se suceden detalles habituales en la obra de Sáez Castán y
aparecen elementos de los naipes de la baraja española (con esos bastos
empuñados por tres señores horondos que buscan ajusticiar a los ladrones). La irrupción
de la nevada del invierno, deja en suspense la captura de los ladrones y el
ajusticiamiento de los erizos. El espacio imaginado por Sáez Castán es el de un
jardín laberíntico, que posteriormente también mostraría este espacio como
juego en el libro Caracol, y las ilustraciones lejos de mostrar una
panorámica de la acción concreta dejan el espacio para que el lector complete
esas acciones descritas e imagine la vista de ese espacio.
En el segundo acto, El Juicio (como el disco de Lavoe y
Colón), la primavera trae el deshielo y a la torva en la búsqueda de los
ladrones de manzanas: estandartes, cornetas, fusiles, vastos, espadas,
horquilla, sabuesos y cerdos a la caza. Los erizos en su madriguera y el
peligro del asedio que se resuelve con la simpatía y ternura al mostrarse el
papel de los erizos en el ciclo natural y su preservación. Los elementos artísticos
y referencias que añade Javier Sáez Castán en esta segunda parte, con
referencias en diferentes idiomas, eclosiona en el colofón visual de esta
narrativa que siempre nos muestra parcialmente los bandos y, finalmente, el momento
en el que ambos se integran en la doble página final en la que reconocemos los
diferentes espacios y celebramos la algarabía por el encumbramiento de esos
tres erizos como héroes. A cada uno lo suyo, Cuique suum, y a Javier
Sáez Castán en el reparto le queda nuestra admiración y alabanza. Un autor
genial y fuera del tiempo. Se cierran las cortinas del teatro (que veíamos en su cubierta)
y el saludo final en la contracubierta con los tres erizos quitándose el
sombrero. Como nosotros antes sus álbumes.
Finalizamos la entrada de esta maravilla con una narración
peculiar que se produjo en plena pandemia: el actor Jude Law y Los tres erizos
Encuadernación
y formato:
21,4 x 31,5 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano
Reseña:
Hay muchas razones para analizar al detalle cada ilustración
de un álbum tan maravilloso como La merienda del señor Verde de Javier
Sáez Castán (también seleccionado en los White Ravens de 2008 como uno
de los álbumes más destacados) y su conexión con diferentes cuadros de René
Magritte. Si quieren profundizar en ese análisis interpictorial les recomiendo esta
entrada de Julio César Vidal en 2016 (enlace)
en la que se destacan el conjunto de obras de Magritte que tienen una conexión
con este álbum o incluso el color plano de las guardas en su significación
final (Durán y Bosch, 2011). En ese sentido, el color del papel también es
fundamental en la construcción del discurso narrativo de este libro: desde el
inicio narrativo el papel es de color verde claro (en una tonalidad cercana al
blanco) y, en el desenlace al conflicto narrativo pasa al color blanco como
cruce al otro lado del mundo del señor Verde que es, efectivamente, verde.
Otro aspecto que comparte con su anterior clásico, Los
tres erizos o los Animalarios, es la exploración de los peritextos a modo
de glosario y epílogo: Lo sé todo: el imaginario de los lectores que siempre
quieren saber más y una Nota de color sobre los elementos en otros idiomas
o las técnicas empleadas en el álbum. Todos los elementos que envuelven al
álbum funcionan como un espacio en el que jugar con la ruptura del pacto de
realidad, algo que también se disfruta con los álbumes de Chris Van Allsburg, y
la incorporación de datos con una explicación aparentemente lógica y que
potencian el relato surrealista conectando, como no, con la ironía burguesa de
Lewis Carroll. Un álbum que también conecta con un título emblemático de
Buñuel: El discreto encanto de la burguesía. La traición de las imágenes
convertida en la traición del texto como juego.
El impacto y la riqueza de las imágenes, el uso de
perspectivas, encuadres y contrastes, se ponen en funcionamiento desde la
primera página: un señor (el señor amarillo, casi recuerda a Reservoir Dogs
y los motes de los personajes) llega tarde y espera que no hayan llegado el
resto todavía. ¿Quiénes? ¿Dónde?, se preguntará el lector. Cinco señores
vestidos con esmoquin y bombín que tan solo varían en el color esperan al señor
Verde. Una invitación a la casa del señor Verde ante el descubrimiento de algo
muy intrigante. En esa doble página con el señor Verde invitándonos con la
mirada a pasar por la cortina (cortinas teatrales, cortinas Lynchianas,
cortinas del tercer disco de Tindersticks, una banda tan elegante como el álbum
de Sáez Castán) se aprecia una referencia por partida doble a La reproduction
interdite (1937) en las sombras. Y, el misterioso cartel que plantea una
pregunta a los diferentes señores que descubrirán el secreto de aquella puerta
(curiosa la fracción de tiempo en la que permanecen en silencio profundo, 33
segundos, como el “pico” de la partitura de John Cage).
¿Saldrá un tren por la chimenea?
En el descubrimiento, se
puede conectar con otra pintura de Magritte como El principio del placer (Retratode Edward James) también de 1937. Curiosamente, las miradas en este álbum son un punto de interés. En la portada, nos revelan el espacio de una casa entre los árboles (que podrían recordar a Mvsevm o a La ventana indiscreta). Como espectadores, se nos presenta el escenario que después no volveremos a ver de frente en las páginas del álbum, y un juego con la percepción en el que la fachada cubierta por los árboles pierde la sensación de profundidad y un fondo verde plano que no presenta ningún elemento más en su horizonte.
Curiosamente, esa manera de representar el suceso
deslumbrante y el título de la pintura nos dice dónde nos conduce esa puerta:
al placer de las mariposas de colores (una por cada señor) que habitan en un
espacio idílico y en el que la última imagen sirve como perfecto cierre focalizado
en la glotonería del señor Verde, que disfruta de esa luminosa libertad. Lecturas
que, independientemente del juego pictórico y de referentes, gustan al público
infantil por lo atractivo de su lenguaje visual y el candor de una historia que
fascina al lector inicial como al lector literario. Un clásico, esencial en
cualquier estantería. Escuchas que un nuevo mundo te está llamando (como cantaría Joe Meek).
Duran, T., & Bosch, E. (2011). Before and After the
Picturebook Frame: A Typology of Endpapers. New Review of Children’s
Literature and Librarianship, 17(2), 122–143.
doi:10.1080/13614541.2011.624927
Termina la semana y completamos este viaje artístico y
metaficcional con un libro galardonado en 2020 en la Feria de Bolonia como
mejor libro en la categoría cinematográfica (también recibió una mención el
libro Cinematográfico de Ana Pez y Gema Sirvent editado por Libre
Albedrío). A partir de la conversación que ofreció Manuel Marsol en la Lliberia
Sendak, conocimos algunos de los detalles del proceso de creación con Javier
Sáez Castán que llevaba con este proyecto desde hacía unos años y que le
propuso a Manuel Marsol ilustrarlo para darle vida definitivamente. Una unión
entre dos nombres que han aparecido en este blog en diferentes entradas en los
que se recomendaron libros de Manuel Marsol y, como no, uno de nuestros autores
con mayúsculas como Javier Sáez Castán. Quizás esta semana otra opción evidente
era La merienda del señor verde por su conexión con René Magritte, pero recogiendo
la última reseña de Müller este libro decantó la balanza.
En este Tweet de Manuel Marsol, descubrimos todos los
referentes al cine que estaban escondidas en este álbum casi sin palabras en el que
las imágenes y el formato nos introducen en un lugar misterioso, repleto de suspense
y referencias pictóricas. De hecho, el propio libro tiene el formato de un
cuadro y su contraportada refleja el reverso del marco.
La semana pasada, Javier Sáez Castán y yo tendríamos que haber recogido en la @BoChildrensBook el Ragazzi Award (Categoría especial Cine) por nuestro álbum ilustrado MVSEVM (@f__pimentel )
Os dejo algunas referencias al cine (más o menos directas) que hay en el libro. pic.twitter.com/RjQb8VhmnU
El foco de la imagen te interpela desde la portada, con la
mirada fija desde el retrovisor en el que vemos los ojos azules del protagonista
directamente hacia nosotros y nos hace partícipes desde el asiento trasero.
Libro que nos interpela desde cada una de sus páginas y sus guardas ya son el
foco narrativo con el que se abre el álbum. Vemos el cielo, el cielo sobre una
carretera perdida en la que una camioneta roja se estropea y cuyo motor humea.
Al igual que en Yokai, todo empieza con un evento imprevisto en el trayecto
Como
espectadores, el foco se aproxima y se aleja para ubicarnos narrativamente en
la historia, en la que al igual que Yokai,
comienza con un coche averiado. Vemos la casa cúbica al fondo, que es donde se
parará finalmente la camioneta. Una casa cúbica, un libro completamente
cuadrado, el formato del cuadro y un camino que se intuye a través de la hierba
en la que el caminante percibe por la ventana el interior con la foto de un
cuadro de una mujer (Cathy) apoyada sobre la jaula de un loro. Bienvenidos a
Mvsevm, es el momento de abrir la puerta en la que las mirillas y los adornos
de la fachada son ojos que nos miran con atención, dos ilustraciones que nos
ubican en primera persona ante el libro.
Aproximación del plano
El funcionamiento de ese espacio en el que tan solo habitan
los cuadros tiene conexiones con un lugar que sufre variaciones con la
interacción y las emociones del visitante (como la Pink room en Twin Peaks,
como la caja azul de Mulholland Drive en el que nosotros somos la llave
que altera la percepción de la realidad). Y, dado que estamos ante una forma
cúbica, el libro y sus cuadros funcionan como las caras de un cubo de Rubik (y
jugando con las palabras y lo cinematográfico: un cuadro de Kubrick). Aprovecho
esta interpretación personal con un proyecto de uno de mis mejores amigos, Javier
Lloret, en su estancia en la Universidad de Lintz con un proyecto premiado en
el que transformaba la fachada del museo del Ars Electronica Center.
Percepción dentro del museo que se altera con la vista de
una realidad reconocible para el visitante, cuadros cuyo pie es el texto que
nos ofrece las pistas del papel de cada personaje (el tigre guardián y tal vez sería
uno de los motivos para clasificarlo como álbum casi sin palabras). El museo comienza
a cobrar vida, sus cuadros aumentan la tensión en el visitante y a nosotros
como espectadores. La realidad altera también las leyendas de los cuadros y el
uso de la mirada frontal hacia el lector nos interpela a conectar con el
visitante, confuso y aturdido. Miradas que lo encajonan (los cuadros con
grandes ojos con referencias a Magritte) y los nuestros han establecido el
perímetro en el que está atrapado en el museo viviente: el juego metaficcional.
La traición de las imágenes: realidad externa e interna
Finalmente, hay una solución para resolver el puzle y
comprender que la naturaleza del arte nace desde la interacción y comprensión
de las obras del visitante. Y, de nuevo, el zoom nos ubica como espectadores de
la resolución de una historia que funciona como un mecanismo perfectamente
engrasado en todos los niveles de significación del álbum. Una auténtica joya
surrealista. Así, cerramos la semana con un visitante que ha escapado de lo que
Magritte tituló La traición de las imágenes.
Y como no, cerramos con la playlist de este sensacional
álbum que se encuentra en la web de Manuel Marsol. Una debilidad personal, defecto
de mi anterior andadura como crítico de música, en la que encontramos esa
referencia al mundo Lynch y Twin Peaks con la canción dedicada a Audrey Horne de
Angelo Badalamenti en “Audrey’s dance” y una de mis canciones de
adolescencia de la banda de Chicago: Tortoise y “Glass musseum”. Mi
recomendación, dado lo norteamericano del paisaje, Tom Waits y Picture in a frame. O el Rock del tigre.
La fabulosa
extrañeza de la obra del autor e ilustrador, residente en Alicante, Javier Sáez
Castán (Huesca,1964) sorprende a cada obra que publica. No resulta sorprendente
la recepción entre la crítica especializada y el reconocimiento con premios
como el Premio Nacional de Ilustración en 2016 por una obra con tantas
posibilidades desde el formato encuadernado del Animalario Universal del
Profesor Reviollod. Este galardón conmemora la trayectoria de un autor
esencial por obras tan magníficas en las que combina su papel de autor e
ilustrador, como La merienda del señor verde (Ekaré, 2007), Libro
caracol (FCE, 2007) o la extrañeza de Limoncito, un cuento de navidad
(Editorial Océano,2010) y, como ilustrador, también cuenta con
reinterpretaciones de cuentos tradicionalescomo El valiente soldadito de plomo o La pequeña cerillera y
otros cuentos (Anaya, 2004) o el trabajo junto a Manuel Marsol de su
recientemente premiado, en la categoría cinematográfica, Mvsevm
(Fulgencio Pimentel, 2019) en la prestigiosa Feria del Libro de Bolonia.
En este álbum,
su relato está acompañado por las ilustraciones de Pablo Auladell (Alicante,
1972) que también, en 2016, fue galardonado con el Premio Nacional de Cómic por
la reinterpretación del poema de John Milton en 1667, Paraíso perdido
(Sexto Piso Ilustrado). Previamente, ambos coincidieron en las ilustraciones de
cuentos de la editorial Anaya y, para esta nueva obra conjugan sus cualidades
en un sensacional álbum que consigue el impacto de la fuerza desbocada que
anuncia su portada. Desmesura que también fue premiada con el Premio
Internacional Biblioteca Insular de Gran Canaria, en 2016, e incluida en los
prestigiosos premios White Ravens, en 2017.
La fuerza de
este álbum reside en la conjunción polifónica del formato con un diálogo entre
la habitual extrañeza de los relatos de Sáez Castán y el trazo a carboncillo de
Auladell, jugando con un lenguaje que dominan a la perfección. A partir de la
cuidada edición, con el atractivo paratextual de su portada y la significación
de sus guardas (con el degradado que nos comunica la turbulencia del fenómeno
que presenciaremos), se combinan páginas donde la ilustración ocupa la doble
página y otras donde solo hay texto, aunque predomina el diálogo de ambos
elementos.
A partir del
texto, se encuentra otra de las características recurrentes de Javier Sáez
Castán como la puerta de entrada a una historia alejada de las habituales
convenciones edulcoradas que se proyectan de la infancia desde otros ámbitos
editoriales. De esta manera, el texto tiene un formato de relato que nos
conduce hasta Kansas y una granja en las afueras, donde residen Jonah y Martha.
Desde el título a la ubicación del relato, se encuentran las referencias
intertextuales a la obra El maravilloso Mago de Oz (Lyman Frank Baum)
con el huracán Dorothy.
Estas
referencias nos empujan hacia un lugar sureño, aislado y con reminiscencias a
los años 50 acompañadas por apagados colores en pastel y predominancia del
carboncillo. De manera lejana, hay una conjunción de referencias literarias que
nos conducen a la ironía implacable de Sam Shepard, como los sensacionales
relatos de Cruzando el paraíso (1996), o la imagen de la América sureña
de Hopper. La historia muestra la curiosa relación de pareja, que debe
abandonar su cotidianeidad, al enfrentarse a la inesperada visita de Dorothy.
Desde el punto
de vista del lector modelo, esta obra está destinada para un lector autónomo
capaz de enfrentarse a un texto que no siempre tiene un respaldo secuencial con
la ilustración, sirviendo estas como punto de fuga y puerta de entrada a la
imaginación. En esa línea, el relato contiene los elementos universales para
que sea disfrutada por cualquier lector adulto o la formación de un lector
competente (y si ha leído anteriormente la obra de Baum, podrá adentrarse en la
reconfiguración de sus elementos).
La narración se
realiza en primera persona, desde la perspectiva atónita de los insólitos
acontecimientos que vive Jonah, desbaratando por completo sus costumbres. En el
diálogo con Martha, se acrecienta su incredulidad al acoger a ese pequeño
huracán que irá creciendo junto a ellos, mostrando la admiración y amor
incondicional de Jonah por su mujer. Las conversaciones con ella revelan la
dualidad entre el sentido más primario masculino con decisiones que muestran
una carga emocional más rudimentaria que, posteriormente, Martha desmontará
desde su imaginación.
Esta
interacción entre los personajes que asisten al crecimiento descontrolado de
una fuerza de la naturaleza eleva en el lector la sensación de extrañeza y el
tono paródico. Por otra parte, refleja una situación de acogimiento de Dorothy
como si de un hijo/a se tratase, confiriéndole cualidades humanas. Aunque, su
naturaleza no muestra clemencia ni se humaniza para contentar al lector que
espere un texto más complaciente. Y, en ese sentido, es lo que agranda su
belleza. Además, juega con referentes que aleja la narrativa en el texto de la
estética de los años 50, como la referencia televisiva a Los vigilantes de
la playa, envueltos en una constante alusión a otras obras tradicionales
como Los tres cerditos o la presencia del capitán Morgan (pirata de La
isla del tesoro de R. L. Stevenson) e incluso científicas con Darwin
(Martha leyendo El origen de las especies) o el Laboratorio Nacional
Fermi encargado del estudio y aceleración de partículas
El texto prosigue regalando referentes a otra época como la camioneta Pontiac o el
revolver Remington, pero el gran acierto del texto es narrarnos las desventuras
y la manera por la que afronta el matrimonio todas las consecuencias del
huracán. Sus decisiones se escapan de la lógica y abrazan el sentido más
onírico para que el lector pueda adentrarse a través de todas estas vicisitudes
en la fantasía.
De esta manera,
la invitación al lector es soltar sus anclajes para penetrar en la
imposibilidad. Es decir, la aceptación del hecho inusual y mágico del hecho
literario. Esta sensación se respalda en el desenlace: una doble página donde
tan solo aparece la prosa poética de Sáez Castán para eclosionar la crisálida
del lector y, finalmente, Auladell nos regala la majestuosidad de los colores
en una planicie desértica que insufla una bocanada de aire. El final de un
viaje en el que, como en el drama y la comedia, deja al lector aplaudiendo
entre sonrisas y lágrimas.
En conclusión, Dorothy
se convierte en una fantástica alegoría para prestigiar el poder universal del
lenguaje literario Por extensión, se ofrece al lector el placer de una visión
única en la universalidad del relato alejada de encorsetamientos editoriales y
presunciones sobre sus capacidades lectoras. La clave de este álbum se muestra
con claridad en la portada: “déjale entrar”. ¿Qué abre esa puerta? La
entrada al mundo de la imaginación, al igual que en La merienda del señor
verde, en que nos remite a liberarnos de lo establecido e instalarnos en
una nueva cotidianeidad: la de lo imposible.
En definitiva,
las cuestiones que nos gustaría plantear sobre esta lectura abundan sobre la
importancia de la selección de lecturas literarias que potencien y alimenten,
como Frederick, la capacidad de enfrentarse a la vida desde una mirada
divergente y que no esté anclada a los convencionalismos impuestos por nuestra
sociedad.
Encuadernación
y formato:
17,7 x 33 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano.
Reseña:
El libro-álbum como objeto literario. Una sentencia breve y
lacónica con la que iniciar una nueva reseña sobre un autor como Javier Sáez Castán
y su fabuloso El Armario Chino (Ekaré, 2016). Sobre su trayectoria solo
se pueden citar logros como el Premio Nacional de Ilustración y un conjunto de
obras con un sello inconfundible en la triada de elementos que componen un álbum:
texto, imagen y objeto.
Todos ellos cuidados al detalle y crean un imaginario (que
explota además desde el cuidado de los paratextos) han configurado una personalidad
literaria única en la Literatura Infantil y Juvenil: surrealista, divertido y
siempre prestigiando al lector para completar el significado del artefacto que
tiene en sus manos. Ejemplos de álbumes reverenciados como Los tres erizos
(2003), La merienda del señor verde (2007), sus Animalarios
universales del Profesor Revillod (en horizontal y vertical), el cinematográfico
cuento de navidad de Limoncito y otras excelencias como los libros
conjuntos con dos ilustradores como Pablo Auladell (con Dorothy. Déjale entrar)
y Mvsevm con Manuel Marsol, ambos galardonados en diferentes certámenes
y que recuperaremos como entradas futuras.
Un breve repaso sobre lecturas que son un placer visual y que
siempre remiten a un lugar de fantasía cercano a Lewis Carroll, el surrealismo cinematográfico, trasgresor, con
un sentido del humor propio de los Hermanos Coen, la inclusión de referencias
pictóricas e intertextuales y con puntos en común con Chris Van Allsburg o Quint Buchholz. Es en
el formato y las ideas de cada proyecto donde excede retos que le llevan desde
libros-ilustrados que reflejan la libertad para disponer de los elementos del
álbum. Si el álbum es uno de los formatos más libres y creativos, Javier Sáez
Castán es el ejemplo en un autor de todas esas facetas. Relatos atemporales,
fantásticos y, en definitiva, mágicos.
Partiendo de la idea de la última entrada sobre dimensiones
paralelas, incluimos el libro como lectura reversible (obras siempre
interesantes para jugar con la sorpresa con autores como Menena Cottin, Ana
Lartitegui, Iwona Chmielewska o Istvan Banyai, por citar algunos ejemplos) y en
su libro El Armario Chino excede con su habitual humor, reflejado en los
múltiples detalles. Todo ejerce un valor simbólico en la lectura, en la que
recrearse en las imágenes estéticamente impecables, además del empleo de las
viñetas como delimitación de las estancias en las que se suceden las acciones. Desde
la forma del objeto (replicando el armario) y su juego desde la funda del libro
con las puertas del armario abiertas y mostrando la escalera hacia esa
dimensión paralela en la que se cambian los colores y se replica cíclicamente
la travesía del niño entre las dos dimensiones. El libro-álbum y la banda de
Moebius.
Una vez desplegadas las páginas y con la diversión en los
agradecimientos jugando con la orientación y color de las palabras para
continuar con el juego de exploración llega el texto de su alter ego Mons Snow
(me recuerda al inicio deLos misterios del Señor Burdick de Van
Allsburg) y nos habla del misterio que esconde ese armario que aparece (con un
mensaje secreto escondido completando las letras coloreadas) con una historia
que nos lleva a un lugar remoto y perdido en el que un vendedor muestra una antigüedad
misteriosa (un paraíso literario y cinematográfico en su premisa).
Pese a la advertencia, que tal vez no supimos ver, nos
encontramos con la conversación animada en la parte inferior de una pareja
sobre su hijo y el armario, sobre un mundo dividido entre la oposición del rojo
y el azul (lugares monocromáticos) y el tránsito en el tiempo hasta completar
la travesía hasta llegar al final del libro y darle la vuelta para reproducirla
otra vez desde el lado contrario. Y, así, una y otra vez. El juego no solo está
en la observación de las secuencias en el orden natural y vuelta a empezar,
también la relación de pequeños elementos que traspasan esa dimensión y que se
reflejan invertidas en la parte superior. Textos que se reproducen en
diferentes estancias: el salón con el diálogo entre la pareja y la aclaración
del personaje que no habla (el niño) que se encargará de explorar la dimensión
desconocida y paralela.
Disfruten de este libro. Una entrada en azul.
Y recuerden que sobre puertas y Javier Sáez Castán, un
fragmento en Revista Peonza en la Cervantes Virtual (número 101):
No lo sé. Si es verdad que hay puertas, no podemos saber
lo que hay al otro lado hasta que no las abramos. Si ya sabemos lo que hay al
otro lado, entonces no es necesario emprender el viaje, pues ya estaremos ahí,
del otro lado de la puerta. Lo que sí sabemos es que abrir una puerta,
cruzarla, nos cambiará en alguna medida. Nos encontraremos frente a nuevas
puertas, también. Quizás es lo que somos, puertas que no saben adónde se abren.
(p.101)
Sáez, Javier. (2010). Limoncito: un cuento de Navidad.
Limoncito es un álbum que muestra el lado comercial y crudo de la Navidad. Cuando la gran mayoría de familias se reúnen para celebrarla, Elmer Campos era olvidado y no expresaba actitudes a favor de la misma.
Se muestra al lector una visión diferente a la que se propaga en Navidad donde se idealiza una celebración basada en la paz y la unión de los familiares. No obstante, no ocurre así siempre, enseñando al lector la cara más difícil de la misma para aquellas personas que tienen unas condiciones diferentes al resto (no tienen familia, amigos, están tristes…).
Con la aparición de limoncito (un oso de peluche que tuvo Elmer Campos en su infancia), se refleja lo importante que es sentirte apoyado, animado y/o arropado por alguien. Consigue revivir en él momentos de su infancia, recordando a su familia y el trabajo que hacían con tanta ilusión: crear ositos de peluche y regalar felicidad a los niños en Navidad.
Así, se presenta al lector una situación conflictiva y negativa (no sentirse valioso, perder el tiempo…) con un desenlace positivo en base a emociones y pensamientos (Elmer Campos quería ser como su padre, él antes era feliz, recordaba a su familia y el bonito trabajo que hacían…). De esta manera, las cosas comienzan a verse de otra manera: cada persona tiene poder sobre su felicidad, es el/la responsable de la misma y no todos la encuentran de la misma forma (ejemplo: reunión familiar) si no que otros son felices haciendo feliz a los demás (ejemplo: repartiendo osos por Navidad). Además este último significado simboliza la generosidad, puesto que lo mismo que le ocurre a Elmer con limoncito (ayuda, apoyo…) puede pasarle al resto.
La historia muestra todos estos significados de la mano del texto, pero sobre todo de las ilustraciones, las cuales son muy significativas en un estilo expresionista y de realismo que nos recuerda al cine de los años 50. En ellas aparecen muchos significados a través de expresiones faciales (limoncito sonríe, Elmer está serio, enfadado…), expresiones corporales (ilustración de Elmer apretando los puños simbolizando su inquietud), y de acciones ilustrando a limoncito tirando la cerveza de su dueño que simboliza la dejada de hábitos nocivos para la vida (pasividad, poco ánimo…).
Además, las ilustraciones están a doble página y a todo color, por lo que pueden resultar muy llamativas para el lector infantil. El lenguaje utilizado es sencillo y comprensible para todo tipo de público (infantil y adulto) y la estructura narrativa es simple.
Me ha parecido un álbum repleto de diferentes significados extraídos del texto y sobre todo de la ilustración (en la que hay muchos detalles, apelan a la empatía del lector…) mostrando una visión diferente de la Navidad, mostrando que haciendo felices a los demás también se es feliz y que quizás ese sea el verdadero sentido de esta fiesta.
Este jueves 25 de mayo tendrá lugar, en la Biblioteca Pública Azorín de Alicante, la presentación del libro Dorothy, que ha sido galardonado con el premio de la Biblioteca Insular de Gran Canaria 2016.
Para este acto se contará con la presencia de Javier Sáez Castán y Pablo Auladell, autores de este libro y la presentación correrá a cargo de Ramón Llorens y Pedro Fernández.
Tendrá lugar a las 19.00 h y se contará con la participación del alumnado del colegio Inmaculada Jesuitas.
El pequeño Rey, general de infantería por Antonio Higueruelo Bueno
Javier Sáez Castán: El pequeño Rey, general de infantería, Ediciones Ekaré.
En este cuento, escrito e ilustrado por Javier Sáez Castán, se cuenta la aventura que vive un pequeño rey cuando decide formar un ejército muy peculiar, a partir de gorgojos, cochinillas y cucarachos que recluta en las cercanías de su jardín.
Una lectura ideal y, en mi opinión, obligada que ironiza en clave de humor sobre la guerra, teniendo una clave de concienciación más allá de lo que se observa implícitamente. Una vez forman el ejército, pretende enfrentarse a un sapo, un topo y una vaca, pero todos son enemigos demasiado poderosos. Finalmente, se ven obligados a retirarse del combate contra la vaca, hasta que encuentran una boñiga seca de ésta, y la conquistan, lo que pone fin a la guerra asegurándose el éxito de la campaña belicosa. Al final del día, el Pequeño Rey decide disolver el ejército, y junto a sus reclutas, formarán una banda de música. Las ilustraciones están compuestas a partir de trazados, a color, exceptuando la cara del rey, que siempre es blanca. En todas las imágenes aparecen elementos naturales y el cielo, lo que genera un contacto visual constante con la naturaleza.