Título: Madrechillona
Autora
e ilustradora: Jutta
Bauer
Traducción: L. Rodríguez López
Editorial: Lóguez
Año: 2001
Páginas: 36
Encuadernación
y formato:
20,3 x 16,8 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano
Reseña:
Vuelta a la actividad esta semana y se retoma el hilo argumental
de la semana pasada con las reseñas de Armin Greder con La ciudad y
Kitty Crowther con su Madre Medusa: la maternidad. En este caso, lo
hacemos de la mano de un clásico de Jutta Bauer, este fabuloso Madrechillona,
que junto a El
ángel del abuelo (2002) y La reina de los colores (2003) se convierten
en joyas imprescindibles en cualquier corpus LIJ. Tendremos tiempo este año en
el blog en repasar más títulos de una autora cuya producción en la primera
década de este siglo le llevó al reconocimiento en 2010 con el Premio Andersen
de ilustración.
Su sentido del humor, y la capacidad para centrar su mirada
en espacios en los que la infancia reconocía su voz, unido a su capacidad
expresiva en las ilustraciones (el trazo ágil de los personajes, deudor del
cómic, la variedad de enfoques en los que encuadrar la imagen o la manera en la
que secuencia visualmente las acciones) hacen de sus libros una maravilla que,
desde el formato, invita al lector infantil a tenerlo en sus manos. La elección
de este clásico ha surgido por la secuencia de entradas previas y, en este
caso, un álbum que muestra el grito de una madre (desconocemos el motivo) a su
pequeño (que nos narra esas vivencias en primera persona).
Esta primera imagen siempre me ha fascinado desde que lo leí por primera vez en el Grado en Maestro en la UA. Siempre me ha recordado a un cartel de Rodchenko (más que a Munch) y cómo ese grito descompone al pequeño desperdigándose las partes de su cuerpo por los lugares más variopintos. Un libro que nada más abrirlo presenta una situación inicial que impacta visualmente al lector, después de una portadilla que muestra un abrazo entre los dos. Posteriormente, el protagonista nos relata los lugares en los que ha ido a parar su cuerpo siendo cada página una sorpresa para el lector: desde los paisajes, hasta los personajes que observan esas partes del cuerpo que han aparecido misteriosamente (como las alas en la jungla o el pompis en la ciudad).
Después, la narración se centra en los sentimientos de la situación y cómo no puede por sí mismo reconstruirse (empleo este verbo y también hacemos un guiño a Rodchenko y el constructivismo ruso) por la dispersión de su cuerpo y unos pies que no dejan de correr, hasta que la sombra que se posa sobre ellos repara con hilo y aguja esa ruptura emocional entre madre e hijo. Esta lectura en primer plano, con un texto conciso y breve apoyado por ilustraciones que nos narran mucho más de lo que aparentemente vemos.
En primer lugar, el conflicto entre madre e hijo también tiene una conexión evidente con el clásico de Maurice Sendak, Donde viven los monstruos, en el que la figura materna castiga (en la obra de Sendak conocemos las causas) al pequeño y, en ese castigo, la gestión emocional se refleja en un viaje hacia la fantasía e imaginación. Lugares donde el pensamiento simbólico en estas edades propicia el uso de estos elementos para la expresión artística (literaria y visual). La restitución está presente en ambos, el plato de sopa en el caso de Max, y también tenemos un barco que aparece para volver al lugar de origen.
El elemento que más importancia tiene es todo lo que inferimos para la restitución y reparación emocional del pequeño (que, en su imaginación postraumática, aunque suene un poco exagerado puede servirnos de idea) es que todos esos elementos tan dispersos, en lugares tan inhóspitos han sido recogidos por la madre uno a uno sin importar lo lejos que estuvieran y capaz de enfrentarse con otra madre (la tigresa que juega con las alas con su pequeño) con tal de que su pequeño vuelva a recomponerse. Es decir, muestra el amor incondicional de una madre y traerlo de vuelta a la realidad aproximándose en un velero que surca su imaginación. Pero, no solo el espacio es lo que es capaz de recorrer la madre, sino el tiempo (flotando como un velero, como los versos de Lorca y la voz de Camarón). El espacio y el tiempo se confunden y se expanden, siendo el amor de la madre la que unifica y los devuelve a su unidad de medida. Desde donde vive la fantasía de la infancia hasta la realidad.
Madrechillona es uno de esos álbumes imperecederos y de una calidad estético-literaria indudable pese a su aparente sencillez. La manera en la que aproxima el foco en cada situación, marcando la distancia con el estado emocional también es maravillosa y recuerda a ese juego que posteriormente elevaría en La reina de los colores. Literatura que da alas.
Fran
Martínez
Web de la editorial:
https://www.loguezediciones.es/libro/ver_libro_coleccion?id=31
Instagram Jutta Bauer
https://www.instagram.com/bauer.jutta/?hl=es
Esta entrevista también revela muchos datos sobre sus influencias como Moomin o Wilhelm Bulsch, cómo su pasión por el dibujo parte desde sus dificultades con las matemáticas (discalculia) y su proceso de creación a partir de sus sueños (aunque Madrechillona partía de una historia para que durmiera su hijo)
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