Título: Garra de la guerra.
Autora: Gloria Fuertes
Ilustrador: Sean Mackaoui
Editorial: Media Vaca
Colección: Últimas lecturas
Primera
edición:
2002. Reimpresión: 2010
Páginas: 112
Encuadernación
y formato:
18,5 x 23 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano.
Reseña:
Vivimos en tiempos convulsos, aunque no por motivos bélicos.
Aunque, en cierta manera, la polarización nos acompaña. Al igual que la
estupidez, que no entiende de bandos. La lectura de Garra de guerra de
Gloria Fuertes (1917-1998) es, sin lugar a duda, estremecedora y con un lenguaje
tan claro como sensible y comprometido. Unas características que la definen en
su poesía, ya sea dedicada a la infancia como la recordamos con aprecio y
reverencia o, simplemente, como retratista poética con su sentido común.
Partimos de dos conceptos y sus acepciones en el diccionario
en línea de la RAE:
2. f. Lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación.
Y, dentro del mismo término, también ampliamos con dos
aclaraciones que están presentes en este sensacional poemario magníficamente
editado (como es habitual desde la editorial valenciana Media Vaca). Estas son:
Guerra civil: f. guerra que tienen entre sí los habitantes de un mismo pueblo o nación.
Guerra atómica: f. guerra en que se utiliza armamento atómico.
En la camisa del libro leemos:
“La patria no es una bandera ni una pistola, la patria es
un niño que nos mira.”
Con el término “garra”, encontramos diferentes acepciones y opciones para asociar en este poemario:
La opción obvia: 3. f. Fuerza, empuje.
Y no contradicen la energía y claridad con la que Gloria
Fuertes se expresa en sus versos. En la parte final, Herrín Hidalgo recorre las
características y la biografía de una autora comprometida con la vida y el
progreso. Leemos en estos fragmentos de Hidalgo la visión poética de Gloria
Fuertes: “Poesía cotidiana debe ser “al pan, pan y al vino, vino” (pero con
belleza que para eso es poesía). Algo directo, emotivo con gracia” (p.101).
Y vaya, si lo consiguió. Aprovechando otro título de su obra: “la poesía no
es un cuento”.
Profundizando en el término garra:
Caer en las garras de alguien: Caer en sus manos temiendo o recelando grave daño.
Tener garra alguien o algo: Ejercer un fuerte poder de
atracción, convicción o persuasión.
Estos poemas también nos sirven para, finalmente, buscar un
sentido en sus poemas:
Sacar a alguien de las garras de otra persona: Libertarlo de su poder.
Esta podría ser una cartografía de sus poemas, poemas que
reflejan la estupidez del conflicto y de la innecesaria devastación a la que
nos aboca. La atracción que nos polariza y nos atrae por defender el
posicionamiento que sea, por muy irracional que parezca. Ese poder que consume
en diferentes ámbitos por reflejar la superioridad moral frente al contrario
(ya sea cara a cara o, de manera más cobarde, desde entornos virtuales). Un
contrario que, olvidamos su humanidad para deshumanizarnos. En el epílogo final
de Herrín Hidalgo nos explica la naturaleza de estos poemas: “Estos son
poemas sobre la guerra, o mejor como ella prefería: sobre la vida. No hablan de
cosas bonitas, porque la guerra es un asunto muy feo; hablan de lo que hay que
hacer.” (p.104)
Y, ciertamente, lo hacen. Ilustrados a la perfección por Sean Mackaoui potencian el sentido directo de las palabras para generar composiciones que también generan un sentido surrealista y sinsentido (con el único empleo del rojo para acompañar al blanco del soporte y el trazo negro) del conflicto descarnado, con un magistral uso del simbolismo y recuerda la potencia de las imágenes poéticas de Joan Brossa. Poemas como Mejora la niña que nació con una bala nos ofrece una imagen poderosa y nos desmonta con un giro escatológico y absurdo en su humor que nos conecta con muchas de las maravillosas historias que se encierran en sus poemas. Palabras que en poemas descarnados reflejan perfectamente su pensamiento como en Deshacer lo injusto (p.44). Reproduzco un fragmento de este poema en el que aparece la garra a la que hace alusión el título:
“No tengo poder pero tengo la fuerza de los pueblos que
sufren. No tengo cultura, pero tengo el corazón sabio de estar con los que no
tienen nada”. Cada poema se concentra en un punto de golpeo. En Niños
de guerra remata con los versos: “Hombres de guerra (que hicisteis la
guerra) y nunca fuisteis hombres. Ojalá os atosigue el pasado.” (p.30).
Herrín Hidalgo también recoge el periodo en el que Gloria Fuertes fue profesora en Estados Unidos entre el 61 y el 63, época de la Guerra de Vietnam. También hay versos a la bomba atómica y al panfletismo empleado para el reclutamiento como en esa composición ilustrada perfecta en la que leemos: “Te matan y después le piden perdón al cadáver” (pp. 46-47).
Esa insoportable carga tiene una vía y es la paz a la que
también le dedicaba diferentes poemas, pero no exentos de la bilis necesaria: Pacifista
de verdad, Letanía, Vendría la paz, La paz no es mi fin o Mi
partido es la paz son algunos de los ejemplos y con sentencias condenatorias
claras a quienes emplean la confrontación y el miedo para erigirse como líderes
(y dictadores): perderos todos en algún lugar remoto o el harakiri. Gloria
Fuertes sabía cómo articular esas emociones en palabras. Hay que decir lo que
hay que decir (p. 70):
“Hay que hablar
poco y decir mucho
hay que hacer
mucho
y que nos parezca
poco:
Arrancar el
gatillo a las armas,
por ejemplo.”
Cada poema una bofetada, una llamada de atención y un
recordatorio para el atropello de frases y proclamas (cada uno aplíquese la
frase donde le plazca). En los versos finales de Hay frases: “Algunos de
estos seres de estado creen en Dios, pero, ¡ni Dios cree en ellos!” (p.
42). Por suerte creemos en el legado poético de una de las grandes autoras de
nuestro país. Eterna Gloria Fuertes.
Fran
Martínez
Web de la editorial:
https://www.mediavaca.com/es/ultimas-lecturas/garra-de-la-guerra
Web Fundación Gloria Fuertes
Instagram Editorial Media Vaca
https://www.instagram.com/editorialmediavaca/
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