Título: Tragasueños
Autor: Michael Ende
Ilustradora: Annegert Fuchshuber
Traducción: Herminia Dauer
Editorial: Editorial Juventud
Año: 1978. 2ª ed. 2014
Páginas: 32
Encuadernación
y formato:
23,5 x 25,5 cm. Tapa dura.
Idioma: castellano
Reseña:
A vueltas con la luna, la noche y el sueño. La semana pasada
nos dimos un paseo por la noche y nos dedicamos a la contemplación del astro
que contempla el sueño: la luna. Álbumes que inducen al sueño, su cadencia
repetitiva como un arrullo, un caudal en la voz del adulto que acompaña al niño
para que no se sienta atemorizado por la oscuridad y velar por el sueño
apacible. En estos meses conciliar el sueño también ha sido problemático con el
torrente de noticias y el cambio de las rutinas derivadas de la pandemia. Y
miedo, mucho miedo por sufrir el contagio o contagiar a las personas queridas.
La incertidumbre y las preocupaciones que alteran los ritmos circadianos,
ansiedades y temores de todo tipo que no solo pertenecen al mundo infantil,
también al adulto sin fecha concreta. Manejar lo intangible: la salud mental. Por
este motivo, entre otros, nos adentramos en el corazón de la noche, en el reino
del sueño que traza Michael Ende (1929-1995). Un autor reconocido por clásicos universales
como Momo (1973) y La historia interminable (1979) que
amplificaron su alcance en el imaginario cultural gracias a las adaptaciones
cinematográficas.
En esta narración infantil, nos ubica en una tierra de
fantasía llamada Dormilandia en la que sus habitantes valoran el “buen sueño”
dado que, como explica el texto, no es lo mismo dormir que dormir bien. Y,
dormir bien, acarrea beneficios en las personas que así lo hacen: mejora su
carácter y aclara la mente. Creo que estaremos todos de acuerdo con estas cualidades
reparadoras frente a las noches insomnes y en vela. Lo curioso de esta presentación
de la situación inicial narrativa es que el rey se nombra por estas virtudes:
el que duerme más profundamente es nombrado rey y habita en el palacio de los
sueños. Pero, desafortunadamente, su hija Dormilina no quiere acostarse (¿les
resulta familiar esta situación a las familias que tengas hijos o sus recuerdos
de infancia? ¿Han dicho alguna vez aquello de “no estoy durmiendo, estoy
pensando”?). Los motivos para no querer dormir son sus sueños extraños y permanecer
en duermevela y, como pueden imaginar, aquello era una crisis en la casa real,
además de la desmejora en el semblante de la princesita.
Con el esquema de los cuentos tradicionales, Michael Ende
narra las fases por las que reparar la situación el conflicto en aquel lugar fantástico
ubicado fuera del tiempo, pero reconocible por las actitudes humanas de los
personajes que allí habitan: la llamada del rey a todos los médicos que tengan
la capacidad de ofrecer la solución a tal problema. Ante la falta de soluciones
para tal preocupación, comienza el viaje del rey a la búsqueda (la llamada a la
aventura) de un remedio para su pequeña. Un viaje que las ilustraciones de Annegert
Fuchshuber (1940-1998) ilumina en la primera doble página de su viaje y que, en
la siguiente, oscurecerá con la severidad de las heladas del invierno y
reforzar la abnegación del padre por conseguir una respuesta sanadora. Flaquean
las fuerzas en la travesía y, en ese momento, aparece el personaje mágico (un
hombrecillo con la piel plateada como la luna): el tragasueños. Así, con la
solución en forma de sortilegio para invocar al tragasueños, el conjuro para
alimentar a ese personaje fantástico que pone a prueba la bondad del rey será
la solución a los males del Palacio del sueño. Una narración entrañable para ahuyentar
a los malos sueños y que conocí en un hilo de Manuel Marsol que se preguntaba
por la ausencia en el mercado editorial de álbumes con ilustraciones inquietantes
y misteriosos.
¿No echáis en falta más álbumes ilustrados inquietantes, misteriosos, enigmáticos, oscuros y hasta terroríficos? Si ahora soy autor es en gran parte por la fascinación y la huella (no trauma) que me dejaron este tipo de libros cuando era niño. pic.twitter.com/EBtt0vrUZJ
— Manuel Marsol (@manuel_marsol) March 26, 2020
El libro-álbum ha tenido una gran difusión editorial y, al
igual que sus temáticas han seguido tendencias culturales, las ilustraciones
también se han estandarizado según la tendencia gráfica del momento y el manto
de lo “políticamente correcto”. Una excesiva simplificación de las capacidades
de la infancia para aproximarse al arte que ha provocado una montaña de títulos
con ilustraciones que siguen una idea simplista o que intentan imitar el estilo
del ilustrador/a de turno que más vende. Esto me recuerda a otro momento de la ilustración
en publicidad con la “labandización” (por Jordi Labanda) de anuncios,
cartelería y otros soportes relativos al diseño. Por suerte, muchas editoriales
fuera del circuito de los grandes grupos se arriesgan por respetar a la
infancia y ofrecerles títulos de calidad estético-literaria. En circuitos
especializados, esta es una máxima innegociable. El reto, como siempre, es aproximarse
al mediador en formación (ya sea maestro, bibliotecario, familiar) para que
rompa esos prejuicios y deje de lado la instrumentalización de valores y
contenidos didácticos. Poner en valor lo que realmente importa: fascinar al lector.
Fran
Martínez
Web de la editorial
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