Título: He visto un pájaro carpintero
Autor: Michał Skibiński
Ilustradora: Ala Bankroft
Traducción: Katarzyna Moloniewicz y Abel Murcia
Editorial: Fulgencio Pimentel
Año: 2020. (Ed. or. 2019)
Páginas: 132
Tamaño: 19,2 x 26 cm
Reseña
En la reseña de ayer de Sara Lundberg con El
pájaro que llevo dentro vuela adonde quiere se mencionaba esta otra
joya ilustrada por Ala Bankroft (Helena Stiasny) con He visto un pájaro carpintero.
En esa graduación entre texto e imagen, esta plasmación gráfica del cuaderno de
Michał Skibiński cristaliza perfectamente la idea del iconotexto en el álbum (o
el espacio narrativo, como prefieran). La economía del texto se debe a la tarea
impuesta a Michal en el verano de 1939, cuando tenía 8 años, con la escritura
de una frase en su cuaderno para mejorar su caligrafía. Yo recuerdo esos
cuadernos de verano de la editorial Santillana o similar, pero con más dolor de
muñeca al desgastar el grafito del lápiz con las pautas del cuadernillo de
caligrafía Rubio. La repetición de frases sin sentido de aquellos cuadernillos
hacía que la tarea fuera más insoportable.
Volvemos al origen del cuadernillo, nos ubicamos en el
tiempo (1939) y en el espacio (Varsovia). Pueden imaginar el contexto del
ascenso del nazismo y la invasión de Polonia en ciernes. Con el Premio Opera
Prima en la Feria de Bolonia en 2020, también se sucedieron reseñas y noticias
alrededor de la figura de ese niño, como en esta de El País (enlace)
gracias a una obra espléndida. Según la noticia se comenta cómo fue
sobreviviendo a mudanzas, rescatado del desván y mostrado a la editorial por el
sobrino de Michal. También conocemos más cosas de su vida: la entrada al
seminario y especializarse en sacerdote para sordos. La Europa de aquellos días
parece lejana, pero recordamos que el actual presidente de Polonia afirma cosas
tan despreciables como que la ideología LGTBI es peor que el comunismo. Sumamos
otros países, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, los fantasmas nos
siguen merodeando. Por eso, es importante la memoria.
La recuperación de la memoria me lleva a diferentes
fragmentos del texto que, en su sencillez, se transforma en una experiencia
sensorial en la que se observa el paso de los días con la mayoría de sus frases
ilustradas (alguna queda simplemente reflejada en la traducción del cuaderno).
El funcionamiento es la combinación de las frases en la doble página de su
cuaderno original que se transforman en ilustraciones que nos evocan a la
densidad de Anne Brouillard en L’orage,
composiciones que muestran las sombras y las luces de sus escenarios. Tormenta que también aparece en uno de los
fragmentos diarios de su cuaderno y podremos recordar la referencialidad con
dicha obra de Brouillard. También se puede pensar en los paisajes de Emil Nolde
o en Otto Modersohn. De los textos que nos recuerdan la vida apacible de las
vacaciones del verano: sus paisajes campestres, sus paseos, viajes y con
apariciones sorpresivas.
En el mundo de un niño que aparezca un avión surcando el cielo,
rompiendo la calma, es un hecho extraordinario que altera la rutina de un día.
Por eso se convierte en un motivo recurrente esa mirada al cielo, pese a que se
intercala con juegos o tareas con otros miembros de la familia. También nos
detendremos en los primeros sonidos que interrumpen esa vida, el primer
bombardeo, sentir que “ha empezado la guerra”, esconderse de los ataques, adquirir
consciencia de la ocupación y de que ese avión que llamaba su atención al
inicio se ha convertido en una plaga aérea. Entre esa naturaleza sintetizada
del texto, la evocación a los sentidos se amplifica con la ilustración a doble
página. Así, ese estruendo de una bomba cerca de la casa o la sensación del
inicio de la guerra me recuerdan a Memoria (2021) de Apichatpong Weerasethakul
y al personaje de Tilda Swinton obsesionada por captura el recuerdo de un
sonido, de un estruendo, que la despierta en medio de la noche. Es imposible
ponerse en la piel de alguien al que le sobreviene ese impacto.
Las ilustraciones, por tanto, emplean el color, el estilo,
el plano y la perspectiva para ubicarnos en un espacio íntimo al prescindir de
la presencia humana en su narrativa visual. Eso, por seguir con el sentido
cinéfilo, me recuerda a la visión del mundo del niño de la película de Edward
Yang Yi Yi del año 2000. Sus retratos fotográficos son una colección de
espacios que pasan inadvertidos, sin posar ante ella, simplemente la mirada a
un detalle que nadie tiene en cuenta. Por este motivo, el espacio interpretativo
y metafórico es amplísimo para que el lector encuentre en esta obra mucho dónde
mirar, retroceder e inferir. Al fin y al cabo, las ilustraciones amplifican al
texto al trasladarlo a un espacio inferencial y no a una interpretación
literal. La visita de una persona, una enfermedad, el juego, el viaje, la
espera,… todo se traslada a un espacio simbólico en el que los paisajes, la
luz, el punto de vista o el color, … Es como si se pintase la mirada de las
personas de los cuadros de Edward Hopper. A veces la mirada es panorámica, otra
detallista (la oruga) y con el juego de las miradas desde el interior (de la casa),
pero siempre en el exterior, donde la calidez diurna del inicio se apagará por
la oscuridad.
La aparición o la mirada sobre los aviones tiene, además,
lógica dado que su padre formó parte dela brigada aérea polaca que intentaron
impedir el avance de las tropas alemanas en Polonia. El 9 de septiembre, su
padre murió. En la entrevista en La Razón (enlace)
comenta algunos recuerdos posteriores a las fechas del cuaderno, la opresión a
la población judía, los carteles y su mirada incapaz de entender todo aquello a
su edad: la muerte y las aceras llenas de sangre, como él comenta en sus
respuestas. El respaldo e interés de la crítica por esta obra es completamente
justificado y sirve como punto de partida para una comunicación que estoy
preparando con mi compañero, el profesor Sebastián Miras para el Congreso
Internacional: La censura de la literatura infantil y juvenil en las dictaduras
del siglo XX (enlace),
aunque nuestro viaje sea hacia latitudes checas.
En próximas fechas seguiré con algunas obras que mencioné en
la entrada anterior y volveremos al verano, a la infancia, pero en este caso
con el verano más bello del mundo de Delphine Perret.
Fran Martínez
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Instagram
Helena Stiasny (Ala Bankroft)
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Web Helena Stiasny
https://helenastiasny.myportfolio.com/ala-bankroft-widzialem-pieknego-dzieciola
Web editorial Fulgencio Pimentel
https://www.fulgenciopimentel.com/libros/he-visto-un-p%C3%A1jaro-carpintero